Entre el 15 y el 29 de enero realizamos una encuesta online para saber si nuestros usuarios perciben, o no, discriminaciones en rocódromos. Recibimos 760 respuestas y sobre todo muchísimas experiencias personales relacionadas con las microagresiones en el entorno de la escalada. Hemos destripado los datos que obtuvimos y lo que sigue es un resumen del paisaje que nos hemos encontrado.

Todo comenzó con el artículo que publicamos en octubre de 2020 donde nos preguntábamos dónde están las mujeres profesionales de la escalada. El tema dio bastante que hablar en las redes sociales y nos dimos cuenta de que nos apetecía conocer con más detalle qué percepción tienen las personas que vienen a escalar a Sputnik del ambiente que se respira en un rocódromo.

Vistas las reacciones que suscitó el artículo, sabíamos que crear una encuesta podía levantar aún más ampollas en ciertos círculos, pero consideramos que es fundamental generar debate en torno a la discriminación y nos convencía pensar en las personas que sí iban a agradecer la propuesta. Así que seguimos adelante. Además, nos pareció interesante no limitar esa pregunta al género, sino ampliarlo a cualquier tipo de discriminación que pudiera tener lugar en el rocódromo.

En las dos semanas que estuvo abierta la encuesta recibimos 758 respuestas válidas. Más de la mitad –el 57,56%– eran mujeres, mientras que el 40,32% eran hombres. Esto nos llamó la atención al compararlo con los datos de usuarios de Sputnik: en nuestras instalaciones el 62% de los usuarios de Sputnik son hombres y el 38% mujeres. Y si nos vamos a los datos del alumnado que se forma como técnico deportivo, las cifras se distancian aún más: solo el 2% son mujeres.

El término microagresión se acuñó a finales de los 60, en plena lucha de los Derechos Civiles en EE.UU. y fue incluido en el diccionario de inglés Oxford en 2015.

¿Qué nos dice esto sobre la población que rellenó la encuesta? Que ha respondido más gente que ya está sensibilizada con las microagresiones o que las ha experimentado directamente para contar su experiencia. Esto significa también que hemos perdido voces críticas, al ser menos proclives a contestarla. Pero, ¿qué es exactamente una microagresión?

Con buenas intenciones

Las microagresiones (término que se acuñó a finales de los 60, en plena lucha de los Derechos Civiles en EE.UU. y que resurgió con fuerza hacia 2013; fue incluido en el diccionario de inglés Oxford en 2015,) son actos, gestos o comentarios sutiles que se dan en el día a día. En general están hechos de manera insconsciente pero su repetición a lo largo de los meses o años puede hacer que las personas que los reciben terminen por ver tocada su autoestima. Lo llamativo es que estos comentarios pueden estar hechos con buena intención y, sin embargo, es la reiteración de ciertos estereotipos lo que genera hartazgo, enfado o malestar. Es por esto que quizás muchas personas no entiendan que alguien se indigne por un comentario que han hecho en tono jocoso: no se trata de ese comentario en solitario, es la acumulación de “bromas” lo que produce malestar.

A un 45% de las personas que respondieron la encuesta les molesta que hagan comentarios sobre su escalada.

 

Las grandes barbaridades no pasan inadvertidas a nadie y en general, exceptuando algún cavernícola, no hay problema para contestar abiertamente. Si alguien vociferara en la sala de boulder que las mujeres o los gordos estarían mejor en casa que escalando, la respuesta sería unánime para dejar claro que no hay lugar para ese tipo de comentarios. Sin embargo, por su sutileza, las microagresiones son más complicadas de identificar y por tanto de denunciar.

Cuando se puso a circular, la encuesta levantó ampollas en redes sociales. Solo en el grupo de Escalada en Madrid de Facebook se pudieron leer comentarios como “Las microagresiones dan lugar a microofendiditos” o “”Ahora la generación de cristal copitos de nueve llegó a la escalada”.

Por un lado, tiene sentido que las personas que no experimentan estas microviolencias sientan que el entorno no es agresivo y no vean, por tanto, la necesidad de entablar un debate que para ellas es inexistente. Sin embargo, que un grupo de personas no se sienta agredida tampoco significa que estas agresiones no existan. Además, la acalorada reacción ante una iniciativa que no hace más que preguntar por las vivencias del público del rocódromo no hace sino evidenciar que este debate continúa siendo imprescindible.

La aventura de crear una encuesta

Es cierto, en el equipo no contamos con sociólogos y, aun así, nos atrevimos a proponer una encuesta. Hemos recibido muchos comentarios relativos al sesgo y los fallos en su planteamiento. Efectivamente no se trata de un estudio con solidez científica pero que sí nos ha permitido tomar la temperatura al ambiente que parte la comunidad escaladora percibe en los rocódromos. Según lo expresaba una de las personas encuestadas: “Existen las mismas discriminaciones que se podrían observar en cualquier entorno social: de género, racial, según gustos sexuales, etcétera. La escalada no es un mundo aparte de esta sociedad. No es un entorno discriminatorio pero existen discriminaciones en este entorno, que no es lo mismo”.

Con todos sus defectos, la encuesta ha logrado volver a poner sobre la mesa el debate de la discriminación, esta vez en el mundo de la escalada en rocódromos.

Los criterios de objetivación (es decir, tratar de mostrar de una manera objetiva una realidad tan poliédrica y subjetiva) pueden fallar por varios motivos: por un lado, la gente puede mentir en sus respuestas; por otro, estamos tratando con experiencias personales y apreciaciones subjetivas. Esto significa que yo puedo sentir que me están juzgando al escalar, lo que no necesariamente implica que esa persona me esté juzgando (o sí).

Además, al ofrecer la opción de escribir libremente, nos hemos encontrado con la dificultad que implica tratar con experiencias personales, que no pueden ser sistematizadas y empaquetadas con el mismo escrúpulo que los datos pero que sí nos pueden señalar que una serie de experiencias particulares son compartidas por determinados grupos de personas.

Reconocemos nuestros desaciertos y tomamos nota por si alguna vez nos apetece meternos en otra peripecia que incluya una encuesta. Lo fantástico es que, con todos sus defectos, la encuesta ha logrado volver a poner sobre la mesa el debate de la discriminación, esta vez en el mundo de la escalada en rocódromos. Solo con eso, la encuesta ya ha logrado su objetivo.

Interpretando datos e interpretaciones

Para analizar todo el material que teníamos hemos contado con la ayuda de Isabel Castellano, socióloga especializada en igualdad de género, que nos ha socorrido con el enjambre de datos. Para este reportaje hemos escogido las preguntas cuyas conclusiones más nos han llamado la atención, pero si quieres puedes consultar el documento completo.

¿Crees que la escalada es un entorno discriminatorio?

Casi dos tercios de las personas que nos contestaron afirmaron que no perciben la escalada como un entorno discriminatorio (61,70%), con una apreciación muy pareja entre hombres y mujeres.

Infografia Encuesta MicroagresionesSin embargo, del 29,68% de personas que consideran que sí es discriminatorio, el 20,84% son mujeres –lo que indica que o bien sufren más estas situaciones o están más sensibilizadas con ellas–. Tiene sentido que un porcentaje de hombres heterosexuales no considere la escalada como un espacio discriminatorio porque, en general, no son objeto de las microagresiones. Un encuestado lo resumía así: “No he sufrido microagresiones. Hombre, blanco, hetero, cis…”.

Entre las apreciaciones de las personas que respondieron sí a los rocódromos como espacio donde tienen lugar discriminaciones, hay lugar para el optimismo y hemos encontrado varias opiniones que van en la misma línea que la descrita en una respuesta abierta: “Creo en general que la comunidad escaladora es mucho más abierta e integradora que la mayoría de colectivos de la sociedad”.

Lo que nos ha llamado la atención es que más de un 8% de la gente escogió como respuesta No lo sé –un porcentaje relativamente alto–, por lo que interpretamos que mucha gente que no sabe percibir o identificar una microagresión.

¿Alguna vez has sido objeto de una microagresión en el rocódromo?

Si vamos más al detalle descubrimos que 3 de cada 10 mujeres que han completado la encuesta afirman haber sido objeto de una microagresión en el entorno del rocódromo (28,50%). Si comparamos estos datos con la encuesta realizada en 2020 por la asociación inglesa Women in Football a 505 mujeres profesionales de la industria futbolística, podemos ver que 7 de cada 10 mujeres han presenciado «bromas» sexistas y 6 de cada 10 las han vivido personalmente.

Volviendo a nuestra encuesta, la siguiente comparación también resulta interesante: mientras que el 66% de las mujeres que han sufrido una microagresión afirma que esta estaba relacionada con su género –esto puede significar tanto que el machismo continúa siendo un lastre en nuestra sociedad como que es un asunto que cada vez logramos identificar y denunciar con más facilidad–, los hombres (el 7,52%) afirman que dichas agresiones están relacionadas con motivos mucho más diversos como el físico (8,19%), LGTBI (2,14%), nivel económico (0,36%) o edad (0,71%).

Un encuestado ofrece algunos ejemplos: “Que alguien diga que otro está ‘gordo’ o flojo, aunque no sea así, puede herir a alguien con sobrepeso o de menor nivel (la intención no es esa, pero quizás fuera de contexto…). Comentarios tipo, nenaza (ya quisiera yo escalar como Hill, Coxey, Garnbret y otras tantas), mariquita (por fuerza o miedo)…, son microagresiones establecidas que pasan (¿cada vez menos?) desapercibidas”.

La preocupación por los comentarios referidos al físico nos hace reflexionar también sobre si existe un mandamiento entre los escaladores acerca de si hay que tener un determinado cuerpo si tu deporte es la escalada.

¿Qué actitudes o situaciones te hacen sentir incómoda/o?

El concepto de mansplaining o machoexplicación está cada vez más extendido. Son esos casos en los que alguien, generalmente un hombre a una mujer, explica algo dando por sentado que sabe más sobre el asunto en cuestión y empleando un tono paternalista. Una escaladora describe su experiencia: “Es bastante habitual que los chicos se acerquen con tono condescendiente a explicarte cómo se hacen las cosas, sin haberte preguntado antes. A mí me gusta compartir consejos de escalada con desconocidxs (es parte del aprendizaje y de la gracia del rocódromo) pero es la actitud”.

Volviendo a nuestros números, este gesto de que el interlocutor dé por hecho que tiene más conocimientos es la actitud que más molesta a la gente que respondió la encuesta: la ha sufrido en alguna ocasión un 45,61% de quienes contestaron. Y de esa cifra, el 34% son mujeres frente al 11% de hombres. Así lo expresaba una de las encuestadas: “Llevo 10 años escalando en roca y roco. Es [un deporte] bastante inclusivo. Cuando empecé, solía ser la única chica escalando. Normalmente no había problema pero algunas veces había chicos que sin saber nada de mí, pensaban que estaba ahí por ser novia de alguien, que no sabía escalar o no quería ir de primera. Incluso algunas veces los chicos me pedían que les pasara las cintas exprés si las tenía en mis manos sin preguntar si tenía planes de ir primera. Si les daba consejos de seguridad, manipulación de cuerdas o cómo hacer nudos y anclajes, me ignoraban o iban a pedir consejo a otro chico antes que a mí. Estas cosas han mejorado en los últimos años”.

La otra actitud que resulta más incómoda es la de recibir consejos sin haberlos solicitado expresamente. Esta situación molesta a un tercio de las personas encuestadas y nuevamente el número de mujeres que la aguanta dobla al de hombres ante la misma situación (el 21 frente al 11%).

Un 75% de las personas encuestadas opina que la discriminación es algo que concierne a toda la comunidad escaladora.

Las miradas ajenas a la hora de escalar agobian tanto a unas como a otros (1 de cada 4 personas encuestadas afirma que le incomoda), el malestar producido por la sobreprotección durante la actividad es algo que soportan fundamentalmente las mujeres: de casi un 23% de personas que se sienten incómodas al sentirse sobreprotegidas, más del 20% son mujeres, frente al 1,98% de los hombres a quienes les disgusta.

Un detalle que nos inquieta es que la mitad de las personas que han compartido su experiencia afirman que estas actitudes sí que afectan a su escalada, un 51,32% se siente perjudicado ante estos gestos.

Diagrama “¿Cómo se sienten cuando escuchas a otras personas decir que se han podido sentir agredidas en el entorno de la escalada?

 

No es lugar para microagresiones

A pesar de las discrepancias, existe un aspecto en el que el público coincide: que la discriminación es algo que concierne a toda la comunidad escaladora es algo que opina el 75% de las personas que contestaron. Por contra, la idea de que se trata de exageraciones o que no hay que darle más vueltas son minoritarias.

En general, a la hora de afrontar estas situaciones en el momento en que se producen, hay un deseo de dejar claro que el rocódromo no es lugar para este tipo de comportamientos (35%) y hacer una reflexión individual y colectiva para ir visibilizando estas microagresiones (57%). Lo que hemos podido comprobar es que incluso las personas más comprometidas con destapar este tipo de agresiones aprecian que la escalada es un entorno que tiende a la inclusión.

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