La llaman Dinamita Carlita y no es gratuito. Nuestra cocinera de Sputnik Las Rozas logró completar en octubre de 2021 su primer ultra trail. 212 kilómetros en seis días. Y apenas lleva tres años corriendo. Nos echamos un café con Carla Junquera para que nos cuente cómo correr la ha transformado y, de paso, contagiarnos de su actitud vital, tan apasionada como magnética.

Al contrario de lo que se podría pensar, lo más duro de las carreras de larga distancia no son los calambres en las piernas o la falta de aire en las subidas. Lo más complicado de controlar son los pensamientos obsesivos. Ellos son los que realmente succionan fuerza a las piernas. Y Carla Junquera lo sabe: «Si mis rodillas comienzan a quejarse es probable que lleve ya 40 kilómetros corriendo», nos cuenta desde la Cantina de Sputnik Las Rozas, desde donde practica su alquimia culinaria. «Es el momento que yo llamo Nube negra«. La nube negra es el mayor reto a superar.

¿El cansancio?… me importa un vatio

Para superar el momento Nube negra Carla ha desarrollado sus propias técnicas para enfrentar los momentos difíciles. «Una forma es rememorar un recuerdo reconfortante para los momentos difíciles», revela. «Yo me imagino que soy La bola de cristal* que va botando por el monte».

*Si tienes menos de 30 años, la siguiente nota te interesa: La bola de cristal fue un programa de televisión, de cuando solo había dos canales, que revolucionó la programación de este país y que estaba muy ligado a la explosión cultural de la movida madrileña y a personales como Alaska, sí, la que canta eso de A quién le importa).

Parece una mañana normal pero es posible que Carla venga de correr cuatro horas por el monte.
Parece una mañana normal pero es posible que Carla venga de correr cuatro horas por el monte.

 

Aunque lleva corriendo tres años, solo hace uno que tiene un entrenador y, a pesar de lo aparente, de que una carrera la definen la velocidad o la potencia, la mente es el factor decisivo para Carla.

Carla posee un alma competitiva, «tengo una cabeza para el sufrimiento», asegura. Y si le preguntamos, ¡por supuesto que desea ganar las carreras! Sin embargo, y aunque ella no lo dice, lo que transmite su voz es que lo que su motivación, el motor que la pone en marcha, es el desafío de superar sus propias dificultades.

Otro de sus trucos consiste en cantar. Lo que sea, desde Gloria de León Benavente al Me gusta ser una zorra de Vulpes, pasando por The beautiful people de Marilyn Manson (si quieres puedes escuchar Avolar, la lista de reproducción con la que Carla corre). ¿Otra artimaña? Cuando el trayecto atraviesa bosques puede convertirse en un ciervo o un lince y si el terreno es pedregoso, su figura toma la forma de una silenciosa ninja que salta de piedra en piedra sin dejar rastro. «Lo importante es distraer la cabeza, desviar el dolor», señala Carla.

Punto de inflexión

Carla comenzó a correr lo que, para algunos, es demasiado tarde: a sus 37 años. Y empezó a lo bestia. «Lo que me motiva es la larga distancia en la naturaleza. Me gusta exigirme y la vida de entreno», dice mientras sonríe. Entrenar no le vino de familia, fue más bien una decisión vital que le permitió trazar un punto de inflexión en su vida: «A mis veinte años era muy fiestera y quería salir de eso», revela con una potente risa. La energía con la que bailaba en los bares se trasladó a las sesiones de entreno de crossfit y a la roca, pues por aquel entonces comenzó a escalar como sabe ella hacer las cosas, a fuego.

Y fue justamente escalando como se rompió un tobillo, hace alrededor de cinco años, a causa de un mal aseguramiento. «Me dijeron que no podría hacer cosas como correr y por entonces no quería saber nada de la escalada», confiesa, «para mí entonces estaba asociada al dolor», dice frente al ventanal desde donde se ve la sala de vías de Sputnik. Por suerte aquel diagnóstico erró. Pero, ¿qué paso entre aquel accidente y las distancias que ahora recorre, que solo de imaginarlas te pulverizan de cansancio?

Entrenar en Galayos, ¿por qué no?
Entrenar en Galayos, ¿por qué no?

La historia de cómo Carla acabó corriendo es como esas sublimes noches de farra en que sales a comprar el pan a mediodía y acabas haciéndote fotos en un Fotomatón con gafas de sol y un vaso en la mano. Como le gustaba la bici y sus compañeros de entreno participaban en triatlones, Carla se picó (ya dijimos que le gusta la competición, ¿no?) y comenzó a iniciarse en los trails. Pero entonces la despidieron del trabajo. Su jefe adujo que no podía seguir trabajando si practicaba deportes de riesgo –hay jefes para todos los gustos– y el triatlón resultaba una categoría muy cara para alguien en paro. Para correr solo necesitaba sus zapatillas y toda la inmensidad del campo. «Ahora quiero correr toda mi vida», insiste.

Una forma de espiritualidad

«Lo que más me gusta de correr es la unión entre mi cuerpo, mi mente y la naturaleza», nos cuenta. «Eso me conecta con una especie de espiritualidad». En su menú de entrenamiento tiene días de correr cuatro, seis, ocho horas por montaña. Y en ocasiones lo hace después de terminar su turno en la cocina de Sputnik. Su fórmula consiste en centrarse en poner un pie delante del otro, en el terreno que tiene en ese momento bajo sus pies. ¿Y los días que no apetece? «También. Si no corro, ando más despacio, pero corro igual», insiste desde el otro lado de la mesa. «Yo intento no darme ninguna oportunidad de remolonear, porque luego me agradezco haber salido a correr, porque me gusta», dice. Y sonríe.

Como quien cose de nuevo dos retales que se quieren recuperar, Carla comenzó a tejer sensaciones placenteras y asociarlas a la escalada y fue justamente esta nueva conexión con la diversión y el presente lo que le permitió retomar el placer de subirse a las paredes. Y ahora vuelve a escalar de primera.

Hay otra herramienta muy novedosa y revolucionaria que Carla ha comenzado a practicar en sus entrenos: respirar. Empezó a meditar junto con Esther, su compinche en la cocina, y ahora es una ayuda imprescindible para mantener el equilibrio emocional. «Aprender a calmarse también es un buen trabajo», sostiene. «En las carreras la meditación me ayuda a tranquilizarme, a reducir el estrés».

Los 11.000 de Sanabria

La mañana en que dio comienzo la primera jornada del Ultratrail de Sanabria el suelo del pueblo de Castromil (Zamora) vibraba bajo las suelas de las zapatillas de los 70 corredores que esperaban la salida. Los altavoces rompían el silencio con un atronador You gotta fight for your right. Los Beastie boys producen palpitaciones a cualquiera que les escuche… to party!!!. «Al principio estás con el subidón porque se junta todo: la música, la gente, las dudas,… ¿Estaré preparada? ¿No estaré preparada?… ¡Ha llegado el momento!». De hecho Carla levanta el brazo para que podamos ver cómo se le ha erizado el vello solo de recordar el ambiente previo a la salida.

Carla Junquera en la llegada del Ultra Trail de Sanabria 2021
Carla Junquera en la llegada del Ultra Trail de Sanabria 2021

 

¿Qué talante se puede tener cuando te esperan seis días con 212 kilómetros y 11.000 metros de desnivel? Carla no era consciente de a qué se estaba enfrentando porque era la primera vez se retaba a una distancia de esas dimensiones. Estaba tan nerviosa que aquel día corrió demasiado para batir a la otra corredora que participaba en el Ultra -estudiar a los otros corredores es una más de sus estrategias en carrera-. En otra etapa el reto, curiosamente, lo representó un interminable tramo de llaneo, uno de sus puntos flacos. Al sexto y último día de trail, al llegar a San Martín de Castañeda, Carla rompió a llorar de toda la emoción y el agotamiento acumulados durante esos días. «La mejor experiencia de mi vida», escribió en su cuenta de Instagram. «Este año en que he cumplido 40 no podría haber terminado mejor». El reto, desde luego, no ha terminado.

Dinamita Carlita preparando un delicioso plato en la Cantina de Sputnik.
Dinamita Carlita preparando un delicioso plato en la Cantina de Sputnik.

5 cuchilladas para conocer mejor a Carla

José Mújica: la centella de Sputnik hace suya la frase del expresidente uruguayo que dice: «No podés vivir nada más que para trabajar. Porque lo más glorioso que tenés es la vida. Y eso, que es tan elemental, es la cosa que más olvidamos». Carla lo lleva impreso en el alma.

Cocina: le fascina mezclar sabores dispares, tomar recetas tradicionales y transformarlas. Sus platos te cortocircuitan el paladar. Puedes comprobarlo en la Cantina de Sputnik Las Rozas.

Patrulla canina: a Chipirón y Bimba les fascina el monte. Es algo inherente a su condición de cánidos. Eso sí, solo acompañan a Carla en sus salidas más tranquilas, cuando entrena a muerte se dan mus. El gato Cosmo completa la familia.

Carla McFly: reconoce que no sabe resistirse al «no hay huevos» –versión castiza del ‘gallina‘ que atormentaba al protagonista de Regreso al futuro–. De ahí que se haya metido en algún que otro lío. ¿El próximo? Una media maratón en asfalto, su maldición. Sencillamente el alquitrán no le gusta. ¡Habrá que superarlo!

Más gas: este tema de Sugarless es el que Carla nos exhorta a escuchar. Si entras de improviso en la cocina cuando ella está al mando puedes encontrártela a los fuegos bailando electrónica, rock, blues o jazz. Es una enamorada de la música, para cocinar o para correr. Según ella, si corres con música chill out mientras llueve vas a creer que vuelas.

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