Durante dos semanas, el Equipo de competición de Sputnik ha viajado a Japón para entrenar en multitud de rocódromos nipones –y repetían, porque en 2024 pasaron tres semanas escalando allí–. ¿Qué tienen que aportar los centros de escalada japoneses al Equipo de competición y qué los diferencia de las salas de escalada occidentales? Ekhi Alsasua, entrenador del Equipo, comparte sus impresiones sobre cómo la falta de espacio del archipiélago modela los rocódromos y estos, a su vez, dan forma también a un tipo de escalada y escaladores muy particulares.

Japón es un archipiélago con 6.800 islas. Solo cuatro de ellas representan el 97% de su territorio –con una extensión similar a la de Alemania– y aproximadamente el 90% de su población se reparte entre las grandes ciudades. Con 37 millones de habitantes, Tokio es la ciudad más poblada del mundo y, a pesar de que Japón no se caracteriza por su volumen de roca, solo en esta metrópolis existen más de 120 rocódromos y 540 instalaciones de escalada indoor en todo el país (Chen & Li, 2021).

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En Japón el espacio es un bien escaso: las calles son estrechas, los edificios crecen a lo alto y la gente se agolpa en la calle.

La evolución de la escalada en roca en Japón se aceleró entre la década de los 70 y los 90 de manera muy similar a la de otros países occidentales. Sin embargo, la proliferación de muros artificiales en combinación con la cultura japonesa y la búsqueda de perfeccionismo que les caracteriza –incluyendo todas las áreas involucradas en el éxito deportivo como deportistas, instalaciones, gestión, ciencia, equipo técnico, etc.– ha dado como resultado que Japón sea, a día de hoy y desde hace ya algunos años, el referente de la escalada de competición a nivel internacional.

Rocódromos en Japón, brillantes gracias a sus limitaciones

En Tokio, si algo no hay, es espacio físico. Las casas son pequeñas, las carreteras estrechas, la mayoría de coches son modelos diminutos imposibles de ver en otros países, … De hecho, para hacerte con uno en propiedad tienes que demostrar que posees un espacio privado donde poder aparcarlo, pues no hay sitio físico en la ciudad para ello. Los supermercados se disponen a lo alto en lugar de a lo ancho; las grandes superficies lo son porque tienen cinco, seis, siete e incluso ocho pisos. Eso sí, cada uno de ellos pequeño, muy pequeño. 

En este contexto es fácil comprender la naturaleza de la mayoría de rocódromos. A muchos de ellos hay que acceder subiendo en ascensor para aparecer en la recepción de la sala –después de haber pasado por el restaurante de la planta 1, las oficinas de la 2 y la tienda de ropa de la 3–. La recepción suele estar a rebosar de productos –bueno no hay muchos, pero la falta de espacio da esa impresión– y, cuando pasas a la zona de escalada, la historia se repite: salas pequeñas –si se comparan con las occidentales a las que estamos acostumbrados– que nos permiten observar, de nuevo, la fractalidad de Japón –y de Tokio– en una sala de escalada. 

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Si algo caracteriza los rocódromos de Japón es la densidad de sus salas.

En las salas de escalada japonesas los muros están repletos de presas, la densidad de bloques es alta, no…,¡en algunos rocódromos, altísima! Incluso hay diferentes sistemas de marcaje de problemas para superar las limitaciones que supone diferenciar los bloques y las vías con tamaña densidad.

Al principio la experiencia es extraña, no estamos acostumbrados a esto. En occidente el mantra es que la visualización de la escalada debe ser sencilla, debemos poder entender los problemas de un vistazo antes del primer pegue. Si no, quien escala puede sentirse confuso y abrumado, algo que no queremos provocar en los usuarios de una sala de escalada recreativa si queremos que nos vaya bien. 

Esta premisa sencillamente en Japón, no se da. Allí las presas se mezclan con tanta densidad, los colores se repiten con tanta insistencia, las tonalidades se asemejan tanto unas a otras por la antigüedad de las presas –que además han perdido también su rugosidad y adherencia–, que todo junto puede producir rechazo. Por supuesto, no esperes zonas de entrenamiento donde levantar pesas, hacer bici o elíptica, suspenderte en una variedad de multipresas de las últimas y más ergonómicas marcas ni hacer el campus infinito en una variedad de listones de 10 a 24 mm, bolas, cuadrados, rectángulos, bidedos,… Prácticamente no hay en ninguna sala, ¿por qué? La respuesta más simple, aunque que seguramente albergue otras más profundas, es que, sencillamente, ¡en Japón no hay espacio posible donde colocarlas! Pero es que no hay espacio ni para delimitar un cuarto donde limpiar presas o tener un almacén con presas de stock de cara al siguiente día de setting. Y, ante tal limitación de espacio, la solución está en la adaptación inteligente al contexto, que parece ser “ir al grano”, asegurar el valor principal: la escalada. Quién sabe, quizá sea también cosa de una cultura donde se aprecian más otros valores. ¿Significa esto que debemos replantearnos las zonas de entrenamiento?

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Ichi, Guille y Alex, del Equipo de competición de Sputnik, han estado tres semanas entrenando en Japón junto con Ekhi, entrenador.

Cómo el espacio modela la escalada indoor en Japón

Parece que el espacio donde se construye la sala de escalada caracteriza el tipo de escalada predominante en él. Espacios muy pequeños con el techo bajo dan como resultado plafones muy desplomados –tanto en bloque como en dificultad–; espacios alargados pero estrechos dan pie a muros corridos de placa o ligerísimo desplome; espacios muy heterogéneos, a muros de ángulos muy cambiantes sorteando vigas, cables, tubos y aires acondicionados. 

Da la sensación que las limitaciones iniciales sobre las que se llevó a cabo el proyecto definen la naturaleza del mismo y este, a su vez limita –o potencia, según como se mire–, la puesta en práctica de ciertas cualidades y capacidades físicas, al igual que en los rocódromos a los que estamos acostumbrados. En occidente, si queremos poner más énfasis en el trabajo de dedos, podemos entrenar en el Moon, el Tension o la zona donde estén las multipresas. Si queremos hacer bloques coordinativos, nos dirigiremos a la sala de bloque, especialmente a los plafones menos desplomados para hacer coordinaciones de pies y más desplomados para practicar paddles o movimientos coordinativos de manos. 

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El uso de las salas también es diferente: la gente pasa el día entero escalando y probando bloques que no salen a la primera.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre nuestras salas y las que hemos visitado en Japón? Pues que allí normalmente todos esos espacios no se encuentran en una misma instalación, pero cada instalación sí se caracteriza por promover una u otra tendencia de escalada. Así pues, salas pequeñas con techos bajos y muros desplomados normalmente nos van a asegurar una buena sesión de fuerza de dedos y en aquellas con espacios alargados pero estrechos, con muros no desplomados, seguro que encontramos coordinaciones de todos los estilos y niveles. Esta caracterización, unida al gran número de rocódromos, hace que los entrenamientos aseguren una experiencia mayor al público escalador.

Distinta cultura, distinta filosofía en la escalada

Si tenemos muchos rocódromos y un gran número de gente que escala, debido al modelo de desarrollo implementado en todas las áreas que dan soporte a la escalada, ¿qué tenemos? Pues tenemos asegurado una práctica masiva de la escalada, como pasa en EE.UU. con el baloncesto: muchas canchas, mucha promoción del deporte, muchos clubs, muchas ligas de competición, mucho territorio y muchas personas dan como resultado los mejores equipos del mundo, ¿no? La propia decantación del deporte hace que haya grandes baloncestistas. 

Me dio la sensación de que, en Japón, sucede lo mismo con la escalada de competición que con el baloncesto en Norteamérica. En cualquiera de las salas que visitamos había un gran número de escaladores y escaladoras y muchos escalaba a un nivel altísimo, de hecho, en muchas salas pudimos reconocer a bastantes deportistas con medallas en competiciones internacionales, desde principio de los 2000 hasta el día de hoy.

Me llamó la atención la similitud que había entre escaladores jóvenes de máximo nivel y de cualquier edad y nivel de rendimiento. Daba prácticamente igual, todos llegaban al poco de abrir el rocódromo, calentaban sin escalar cerca de 45 minutos o una hora y, después, escalaban, escalaban, escalaban y escalaban hasta la hora de cierre de la instalación a horas un tanto intempestivas –en muchos rocódromos el horario normal entre semana es de 13 a 23h–. ¡Y no estoy bromeando! Era un patrón que pudimos observar ya el año pasado y que confirmamos en este viaje. 

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El sistema de marcajes en los rocódromos japoneses pueden suponer todo un reto para la mirada occidental.

Quizá sea la búsqueda de la perfección que caracteriza a esta cultura, quizá es que desplazarse fuera de Tokio para pasar una jornada de escalada en roca es complicadísimo, quizá una gran motivación intrínseca avivada por una jornada en la que probar movimientos es la piedra angular del día, donde se puede compartir esa jornada con amigos, donde se puede variar cada día de muro,… No lo sé, quizá es así y punto y no tiene más explicación. Lo que sí que sé es que se escala mucho tiempo, se prueban muchos movimientos muy variados, se cambia de movimientos de manera habitual al poder entrenar en salas muy diferentes cada día y, seguramente, la mayor lección que hemos sacado de ir a entrenar a Japón, tanto el año pasado como este, es que se insiste mucho y con mucha ilusión en movimientos, bloques y vías que no salen en pocos pegues. Estoy convencido que esta es el aprendizaje principal y seguramente valga como única razón de haber viajado a Japón a entrenar durante tres semanas el año pasado y dos, en mayo de este año, con el Equipo de competición.

De este aprendizaje se puede reflexionar extensamente sobre la evolución de la escalda indoor, influenciada por una sociedad basada en  inmediatismo, el resultado, la diversión y el mínimo esfuerzo que parece que a veces –y también en el deporte– deban ser los valores principales para promover la adherencia a su práctica. Pero eso lo dejamos para otro momento.


La concepción del espacio en Japón y la idiosincrasia de sus ciudades configuran los espacios interiores y el uso que la población hace de ellos. Esta galería pretende mostrar cómo lo exterior conforma los espacios de escalada japoneses:

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