Los gases, reflejo de nuestras digestiones (y más)

Por la doctora Begoña Ruiz Núñez

El asunto que nos ocupa hoy no huele del todo bien. Vamos a hablar de los gases, de los que producimos nosotros. ¿Son buenos o malos? ¿Cómo podemos saberlo? Spoiler: aunque su tendencia sea irse para arriba, nada indica que nos ayuden a encadenar.

Los gases no son ni buenos ni malos. Se producen por la fermentación del alimento en el proceso de digestión por las microbiota intestinal (la famosa flora), es decir, nuestras bacterias y hongos intestinales. Es normal tener gases y es normal tirarnos pedetes. El tema es diferenciar si tenemos un intestino saludable o no, que será un reflejo de la microbiota que tengamos.

El olor, una buena pista

Ahora bien, hay pedetes peores que otros. Si huelen es que hay una mala digestión, una disbiosis; es decir, un desequilibrio en nuestra flora intestinal. Eso produce gases, como por ejemplo el metano, bastante apestoso.

También hay que diferenciar entre tener la tripa hinchada y tener gases y tirarse pedetes. Tener la tripa hinchada indica una mala digestión, y el problema puede estar incluso en otras partes del tubo digestivo, como el hígado o el páncreas (a nivel funcional, que no cunda el pánico), mientras que los pedetes no son necesariamente un síntoma de mala digestión, sobre todo si no huelen, que es lo que hemos comentado sobre el metano, por ejemplo.

Cuando los pedetes huelen, indica siempre que hay una fermentación excesiva, produciéndose esos gases, sobre todo butano e hidrógeno (aunque hay más), y eso es debido generalmente a un desequilibrio en la microbiota, habiendo más bacterias y/o hongos que fermentan y producen estos gases olorosos.

Hay por ejemplo pacientes que tienen SIBO (sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado), que presentan todos los síntomas anteriores: hinchazón y además, pedetes olorosos por exceso de fermentación, y gases.

¿Hay comidas que producen más gases que otras?

Sí. En general, la digestión de alimentos como los cereales y las legumbres implica más fermentación y por ello aumentan las probabilidades de que aparezcan los “pedetes olorosos”. Por tanto, convendría reducir el consumo de alimentos que puedan producir gases que huelen, ya que estaríamos dañando, con su consumo frecuente, el lugar donde habitan nuestras bacterias.

Por otro lado, el famoso omega 3, presente en productos de origen animal que viven en su hábitat natural (pescado y marisco salvaje, carne de pasto y huevos de granja), nos ayudan a mantener una mucosa intestinal en buen estado.

Entonces, ¿gases olorosos siempre se deben a alimentos que me han dañado el intestino? 

La respuesta corta es no. Por ejemplo, el estrés es capaz de dañar el intestino, aunque comamos sano, ya que es un mecanismo evolutivo para que deje entrar más nutrientes. El problema es que si nos estresamos, se abre el intestino, y comemos alimentos nocivos para el cuerpo, la reacción es mayor, produciendo más inflamación, más daño, y al final, peores digestiones y más pedetes. Además, el estrés dificulta la digestión (ya que estamos sintonizados para luchar, no para digerir), y entonces, doble problema: hinchazón y pedetes.

Eso sí, una cosa que tiene que quedar clara: ¡los gases, siempre fuera, huelan o no! Y si quieres evitarlos, reduce el estrés, muévete y come alimentos saludables!

Referencias

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