Allí estaba todo el equipo Sputnik un viernes a mediodía en la terraza al sol. Suena bien, ¿verdad? Sin embargo el ambiente era otro. Apagamos la música y nos pusimos todos en círculo. Ya era oficial: íbamos a cerrar. La diferencia ahora es que se iba a declarar el Estado de alarma y que no se trataba de una decisión propia, sino de una obligación. Supongo que cada uno de vosotros tendrá una historia parecida. Esta es la nuestra. 

La reunión

Nos colocamos todos en torno a Fer, Dani, Juanma y Pablo. Al observarles era fácil comprobar el cansancio en sus rostros. Llevaban varias decenas de reuniones a las espaldas, hablando sobre cómo íbamos a afrontar los próximos días, decidiendo qué hacer a cada minuto. Sputnik cerraba sus puertas temporalmente y aunque ya lo sabíamos –antes del estado de alarma se había tomado esta determinación por responsabilidad y congruencia con la situación–, se trataba de una decisión tan importante que era necesario compartirla, hacerla explícita estando todos juntos. 

No era fácil de digerir: Sputnik se cerraba hasta nueva orden. A la vuelta volveríamos a estar el equipo al completo. 

Las reacciones de cada uno eran muy diversas y todas ellas necesarias. Adri que no paraba hacer el ganso –as usual–, Fer con su ternura y su buen ánimo, Luci con los ojos brillando de tristeza… Una vidriera de emociones donde ninguna de ellas sobraba. Los momentos importantes suelen ser complejos. 

Todos estábamos llenos de incertidumbres, pero quién no en una situación como esta jamás antes vivida por nuestra generación. Lo mejor parecía centrarse en el presente, tomar decisiones al momento, no perderse haciendo conjeturas de cómo iba a desarrollarse el próximo mes. 

La reunión fue corta, todos teníamos muchas preguntas pero sabíamos que no existían respuestas, que estas iban a surgir en el momento apropiado, lentamente, con paciencia. Así se disolvió el encuentro. Algunos se fueron rápidamente. No es fácil despedirse de los compañeros cuando no puedes abrazarlos, tampoco lo era mirar la fachada donde está escrito Superación sin sentir cierta nostalgia. Aquellos que teníamos que trabajar nuestro último día allí, nos quedamos con un roco atípicamente desierto, ¡un sueño para todos aquellos que suspiráis por lo abarrotado que suele estar!

Fin de una etapa

Yo era una de las que tenía que trabajar y estaba triste. En los últimos días me había sentido de buen ánimo, pensando en las cosas positivas que íbamos a poder aprender de esta situación. Sin embargo, después de la reunión no había podido despedirme de Luci, mi compañera de andanzas en atención al público. Las despedidas son importantes, ¿sabéis? A nadie le gustan pero permiten poner nombre a las penas, admitir el fin de una etapa, sentir que algo acaba. La llamé por teléfono y nos prometimos entre esa mezcla de risa y llanto que íbamos a quedar para hacer bloque, aunque creo que las dos sabíamos que no iba a ser posible.

Cuando colgué el teléfono exhalé todo el aire que me quedaba dentro. Necesitaba sentirme, estar en contacto conmigo, para no simular que no pasaba nada, pero tampoco dejarme llevar por la tristeza. ¿Cómo me apetecía despedirme de Sputnik? Algo despertó mis sentidos. Era una música que llegaba atronadora y vivaz desde el interior. ¿Que cómo quería despedirme de Sputnik? ¡Escalando! ¡Eso es lo que mejor nos hace sentir! Así que agarré mis gatos y me reuní con mis compañeros. ¿Quién me asegura? Así pasamos la tarde. Burba haciendo de hombre araña por los desplomes más duros, David escalando como un titán sin parar de decir que estaba flojo, Ana haciendo pasos de ninja por las paredes, Diego dejándose las manos en una fisura desplomada… De repente la tristeza se había transformado en diversión, relajo, cariño. Los pocos clientes que venían se quedaban entre extrañados y maravillados por el panorama. Había que aprovecharlo, desde luego. 

Solo una pausa

Cuando los dedos se fueron resintiendo nos resguardamos en La Cantina, aún había que terminar con el barril de cerveza para que no se echara a perder. Y allí estábamos, como si el mundo tal y como lo conocemos no fuera a cambiar, al menos un poquito, charlando y haciendo bromas, qué otra mejor manera hay de echar el cierre temporalmente a un lugar al que tanto queremos. 

Hicimos el último cierre de caja, apagamos los ordenadores, las teles, los aires acondicionados. Apagamos todas las luces y, por un momento, me quedé sola frente a la recepción, a oscuras y en silencio. Miré el plafón que hay a la entrada con el SputnikClimbing escrito en enormes letras azules, con las presas dispersas como una varicela de colores. Esto es solo una pausa, susurré, nos vemos dentro de muy poco. Nos vemos en Sputnik.

 

Por María R. Bajo
Sputnik Comunicación

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