Nuestro responsable de cocina en Sputnik, el señor Merino, es un alma inquieta, así que el imperativo cierre de La Cantina lo empujó a buscar una alternativa para continuar entre fogones y sartenes. Ahora mismo lo tenéis atareado en World Central Kitchen, un movimiento gastronómico social que prepara miles de comidas diarias y las distribuye entre los más desfavorecidos.
Tras el terrible anuncio de ‘Cerramos La Cantina de Sputnik’, solo un par de días antes de decretarse el estado de alarma, Miguel Merino, el responsable de cocina de La Cantina, comenzó a barajar posibilidades para mantenerse en activo y dedicar su tiempo a ayudar a los demás. “Empiezo a buscar sitios donde poder ayudar”, nos explica Miguel. “Asociaciones de vecinos, pregunto a colegas, hasta que un amigo me cuenta que está trabajando en World Center Kitchen y me manda el enlace para enviar la solicitud. Me llamaron el mismo día”.
Soluciones inteligentes contra el hambre y la pobreza
World Central Kitchen es una ONG que se creó en 2010 en Puerto Rico con el objetivo de alimentar a miles de personas afectadas por el huracán María. La organización que, bajo el lema “creamos soluciones inteligentes contra el hambre y la pobreza”, fue fundada por el chef José Andrés –Candidato a Nobel de la Paz y azote del presidente Donald Trump–, se expande por Estados Unidos, Centroamérica y Asia, y, el pasado abril, abre centros en España bajo la marca #ChefsForSpain. Desde la catástrofe provocada por el Covid-19, José Andrés ha abierto sedes en 20 ciudades, entre ellas Madrid.
En la capital han unido fuerzas empresas de catering, chefs, firmas del sector y también el Ayuntamiento, quien ha cedido las instalaciones de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia como una de los centros de operaciones y donde aterrizó Miguel nada más ser fichado por WCK. “Al día se juntan aquí unas 100 personas trabajando”, nos cuenta. “Hay cocineros, electricistas, ingenieros, aparejadores, amas de casa, repartidores… Cada uno hace lo que puede, lo que sabe o lo que aprende. Yo hago de todo” –Miguel tiene casi 20 años de experiencia en la hostería– . “Comencé en el office fregando ollas y platos, pero lo mismo llega un pedido y tienes que ayudar a colocarlo, o, de repente, llaman ‘¡Necesitamos gente en ensaladas!’, y eso es lo que toca. Normalmente estoy en bocadillos y haciendo salsas. Yo voy de domingo a jueves, hoy he estado nueve horas, pero cada uno organiza su tiempo. Hay gente incluso que va todos los días, ¡todo el día!”.
La mayoría de estas fábricas solidarias de comida están dirigidas por chefs, quienes, además, ponen sus restaurantes, ahora cerrados al público, a disposición de World Central Kitchen. En el caso de Santa Eugenia, Karla Hoyos –chef mejicana–, es quien distribuye el juego, organizando todos los departamentos: cocina, office, elaborados, envasados…
La cadena del voluntariado
José Andrés estima en 40.000 las comidas diarias que se están repartiendo solo en España. “La ONG empezó a trabajar aquí el 7 de abril”, nos explica Miguel”, “y empezaron con 500 comidas. Yo entré pocos días después y ya hacíamos 7.000 y ahora estamos en unas 11.500. Tenemos una pizarra donde se anota lo que se hace cada día. El ritmo de trabajo es tremendo; hay dos fisios voluntarios tratando al que le duele algo”. La comida y los fondos provienen del Banco de Alimentos y de donaciones de empresas, asociaciones, instituciones y particulares. “Hay días que he visto facturas de 30.000 euros”, continúa Miguel. Después, esos platos se llevan a espacios medicalizados, comedores sociales, parroquias…, puntos en los que se ayuda a los más vulnerables. Otro eslabón vital de la cadena es la distribución de la comida, una tarea, también voluntaria, que hacen, entre otros, muchos bomberos y personal de Correos.
¿Y las medidas de seguridad, Miguel?, no debe de ser fácil en una cocina con tanto personal trabajando a destajo. “Antes de entrar, te hacen un cuestionario para saber si has tenido síntomas, si has convivido con alguien infectado… Eso influye mucho en la selección. Después, diariamente, nos miden la temperatura nada más llegar, desinfección de manos, y te dan mascarilla, guantes, un plástico para cubrir las zapatillas y gorro para cada día. Y así nueve horas. Hay botes con disolución de agua y lejía por todos lados y los usamos constantemente. En el tiempo que llevo aquí no hemos tenido noticia de ningún contagio”.
Tantas horas trabajando con una mascarilla… “Pues imagínate los sanitarios… La hermana de uno de los voluntarios trabaja con impresoras 3D y ha inventado un artilugio, como una pinza, que te lo colocas en la nuca y enganchas la mascarilla, para que no se te queden las orejas hechas polvo”.
No hay una fecha prevista para finalizar la labor. Nadie sabe con certeza (ni sin ella) cuándo reabrirán los restaurantes o cuándo se regresará a la “nueva normalidad”. Por lo tanto, World Central Kitchen seguirá en funcionamiento mientras sea necesario su trabajo. “Mi plan es seguir mientras no podamos empezar en Sputnik”, acaba Miguel. “Y, si empiezo a trabajar, buscaré la manera de continuar colaborando como y cuando pueda”.
Si quieres colaborar o ayudar a World Central Kitchen, hazlo a través su web o escribiendo un correo a donations@worldcentralkitchen.org