Si suena a escalada y no han pasado más de cuarenta años, seguro que el nombre de ‘Finuco’ (Celso Martínez pone en su DNI), acaba apareciendo en algún momento. Finuco no solo ha vivido en primera persona el nacimiento y la evolución de la escalada deportiva, sino que ha formado parte de su evolución a un lado y otro de la barrera.
Cordada más joven que escala la Nose, Triple directa en el día, ascensión del Midnight lightning en los ochenta, participación en las primeras competiciones internacionales, promotor del circuito nacional de pruebas de escalada, patrocinado y patrocinador, empresario, diseñador de ropa de montaña, inventor de nuevas disciplinas… En los últimos cuarenta años hay un nombre que suena con recurrencia allí donde se cuece algo importante de la escalada: Finuco.
Desde que decidió volar a San Francisco para instalarse en la meca de la escalada libre hasta hoy, Finuco ha sabido situarse en el lugar y el momento exactos, ha intuido por dónde había que moverse para estar en la pomada y ha demostrado hacer las cosas con coherencia, saber a quién tenía que arrimarse y, más importante, a quién no. Su vida está llena de peripecias y carambolas, catástrofes y triunfos, también de momentos surrealistas para llorar de risa. Algunos de ellos están recogidos a continuación en primera persona y en forma de retales, a veces desordenados en el tiempo, y anécdotas. Ah, por cierto, ¡feliz 60º cumpleaños, Finuco!
Los comienzos
Mi padre era marinero, patrón, y un día le dije “quiero ir a trabajar contigo”, me embarqué y me fui un mes al Gran Sol. No había cumplido los 15 años. Cuando regresé cambié los planes. Ya estaba en la OJE donde empecé a hacer espeleología, muy cañera y deportiva. El club Ártabros invitó a uno de los hermanos García Gallego a poner una proyección del Capitán, sería el año 79 o el 80, y flipé.
Entonces, con otros amigos de la OJE, comenzamos a entrenar para escalar el Naranjo. Entrenar en aquel momento era hacer footing, un poco de cardio para llegar al Naranjo. Fuimos al Dique, el espigón de Coruña, que tiene 81 fisuras (las juntas de dilatación) cada 10 metros y está hecho con piedras de cantera y hormigón. No había gatos, trepábamos con bambas. Ese fue mi gimnasio, pasaba ocho horas allí cada día y luego me iba tres horas a hacer ballet.
Baile o escalada
El baile es otra de las cosas que más me gustan (por eso lo doy todo en las fiestas…). Hubo un momento en que casi opto entre el baile y la escalada, cuando estaba en Coruña. Un día de camino al dique vi un cartel en un edificio de la Diputación donde había un ballet, el Ballet Rey de Viana; buscaban bailarines. Nos presentamos Josiño y yo. El año que nos fuimos a Yosemite, el ballet hacía una gira por Brasil y estuve a un tris de irme con ellos. Además, me pagaban 14 mil pesetas al mes.
Yosemite, primer viaje
La primera vez que fui a Yosemite fue en agosto del 83, con Fausto [Fausto Blanco, no confundir con el asturiano Francisco Blanco]. Él tenía 16 años y yo 17. Salimos del Dique y directos al Capitán. También habíamos escalado algunas vías en el Naranjo. Me puse a entrenar a Fausto con lo que había visto en la película de Rocky: íbamos a la playa y ¡venga, corre, para aquí, para allá! Nos pasábamos ocho horas diarias en el Dique. Lo siguiente, pues a buscar pasta. Me fui con una Vespino al Ayuntamiento de Coruña y el concejal me dijo que las vacaciones me las pagara mi padre. Nada, no conseguí nada, hasta que al final unos amigos que tenían empresas de máquinas tragaperras y otras empresas nos dieron quinientas mil pesetas. Tenemos una foto en la cumbre del Capitán con una bandera de la empresa de máquinas de juego.
California, aquí estamos
No teníamos ni puta idea de inglés. Fausto era el listo del grupo, el que estudiaba en el Liceo y sabía francés… Nunca habíamos volado. Fuimos a la agencia de viajes y sacamos los billetes, que costaban la hostia. Nos perdimos en el aeropuerto de Nueva York y de allí a San Francisco. Mi única obsesión era que no nos robaran el petate con todo el material. Viajamos en autobús al downtown de San Francisco y había gente muy chunga. Que me violen, que me hagan lo que sea, pero el petate que no me lo roben, por favor, pensaba yo. Estuvimos 25 días en Yosemite. Hice con Fausto la Nose, fuimos la cordada más joven que escalaba la vía. Allí conocimos a Werner Braun, que era el gurú del valle y nos enseñó un poco a escalar allí, nosotros flipábamos con él. Después queríamos hacer el Half Dome, pero me había roto unas costillas en una caída en la Nose y nos quedamos por el valle.
En el 84 volví, con Fausto y Nacho Orviz, queríamos hacer la Salathe. Conseguimos patrocinio de Caixa Galicia, el Ayuntamiento y la Xunta. Y en el 85 viajé solo, con billete de ida; en ese estuve 365 días exactos en EE.UU.
Invierno en Joshua Tree
Quería escalar el Cap en invierno, pero cuando llegué me dijeron “¿A dónde vas, chaval? ¿Tú eres idiota?”. Entonces me fui para San Francisco a casa de unos amigos y estuve currando, construyendo pizzerías. Blanco se enteró de que estaba allí y quedamos un día de marzo en Joshua Tree. Los escaladores pasaban el invierno y parte del otoño en Joshua. Hicimos algunas cosillas, yo hice Equinox [5.12c] a vista, abrimos vías, sobre todo placas, equipando desde abajo.
Conocimos a todos los que salen en el libro de Meyers [Escaladas en Yosemite], fue una pasada. Se celebraba una competición de boulder en San Diego, en roca Natural, y allí conocimos a Ron Kauk, que venía con toda la gente de Yosemite. Así que cuando volvimos para Yosemite entramos por la puerta grande, por la amistad con Ron y también porque conocíamos a [John] Bachar que ya trabajaba con Boreal.
Encuentro con los locales
En el Valle había dos bandas con dos gallos, que eran Bachar y Ron: unos eran antibolts y Ron ya estaba con el rollo europeo y estaba más abierto a abrir vías con parabolts. Y eso que los dos eran uña y carne, vivían juntos desde los 17 años. En Joshua también conocimos a John Long. Era como vivir el cuento de Alicia, porque el libro de Meyers para mí era la biblia. Y allí estaban todos: Charles Cole, Bridwell, Mark Chapman… Todos.
Hicimos piña sobre todo con Ron. En aquel momento nosotros flipábamos, porque veníamos de Europa y los escaladores franceses empezaban a ser profesionales y Ron no tenía ni casa, vivía en una furgoneta con la ropa tirada por ahí, y trabajaba en la construcción, cavando zanjas. John Yablonski, un personaje mítico venía solo los fines de semana porque trabajaba limpiando cristales… Trabajaban seis meses y los otros seis meses a gastar la pasta que habían ganado. Los máquinas de Estados Unidos, mis héroes… Flipábamos.
Dos matrimonios frustrados
En Joshua conocimos a una chica de Los Ángeles que era notario, con mucha pasta, y quiso casarse conmigo, pero yo, 22 años, me veía en un rancho, con el sombrero de vaquero y me decía ¡hostia, si lo que quiero es escalar! Lo único que saqué en claro de aquella relación es que, después de pasar unos días con ella, me vendió un Mazda muy barato. En el coche guardábamos la ropa y todas las cosas, era como nuestra casa, y cuando llegamos al Valle flipaban con el coche. En Yosemite compartíamos vivienda con Ron: su furgoneta y nuestro Mazda. Íbamos todas las noches, después de escalar, al Mountain Bar, en Yosemite Village, que era el sitio de colegueo, el Tinder de la época, nos intercambiábamos la ropa de vez en cuando para no ir siempre vestidos iguales.
El otro amago de matrimonio fue con una chica que conocí en una fiesta que daba un escalador en su casoplón (el tío había hecho mucha pasta con la marihuana…). En las fiestas es donde desarrollo mi capacidad de… todo. En ese momento empezaron mis problemas…, la chica tenía novio. Duramos dos meses.
Semana mágica
En la que yo llamo la semana mágica hice el Midnight (los americanos empezaron a invitarme a cerveza; hasta entonces invitaba yo) y escalamos [Blanco y Finuco] el Cap en el día: 21 de junio del 86, con luna llena, pantalón corto y una sudadera. Acabamos de tomar unas cervezas con Ron y a las doce de la noche estábamos escalando; a las cuatro menos cuarto de la madrugada llegamos al Cap Tower, que es donde se suele dormir, y a las cinco menos cuarto de la tarde, cuando nos faltaba solo un largo, nos quedamos 45 minutos sentados, el único momento que disfrutamos de la escalada, antes de llegar arriba. Después, Nacho Orviz, Blanco y yo hicimos la Triple directa también en el día, los primeros no americanos que lo hacían. Además, Blanco hizo Zodiac en el día con un suizo.
Midnight lightning, el bloque del rayo
El vídeo de Midnight lo hicimos con unos carretes de Kodak caducados que le habían dado a Blanco. Pero nosotros no teníamos cámara. Había un italiano por ahí con una Super 8 y se la pedimos para grabar. Hasta que Blanco no llegó a España y lo reveló no sabíamos si iba a salir algo de los carretes caducados. ¡Auténtico vintage! Era una vacilada, lo hacía todas las tardes, cuatro veces al día, cuando estaba todo mundo en el bloque, llegábamos con Ron después de escalar y me lo subía con las zapatillas Five Ten. Y después me ponía una venda en los ojos y lo subía y lo destrepaba.
El Midnight lo descubrió John Yablonski una noche de borrachera. Cuando volvía al Campo 4, vio la piedra y empezó a flipar con el boulder, pero la gente lo trataba de majara y pasaron de él. Fue el primero que empezó a hacer unos solos bestiales en Joshua. Era un visionario y un portento físico, la hostia.
Competición en Atlanta, cuerda y gatos por bocadillos
Cuando bajamos de la Nose, Ron nos dijo que le acompañáramos a Atlanta, donde se hacía una competición de boulder famosa. Teníamos muy poco dinero pero nos invitaron al billete de avión. Tampoco teníamos para la inscripción, pero como íbamos con Ron… Allí había gente de todo Estados Unidos, era como un Navalosa o un Valcorchero en su momento, pero americano. 450 inscritos, en un bosque, 35 grados, una humedad asquerosa… Acabamos, entregamos el papel y flipamos cuando empezaron a decir los ganadores: Ron Kauk, tercero; Blanco, segundo, y yo, ¡primero!
Fue flipante, nos regalaron unos pies de gato y una cuerda que cambiamos por bocatas. Estábamos desmayados después de la compe y el calor y nos dieron una botella de… no sé, ¿qué sería aquello?, cava, seguramente. Nos bebimos la botella y aparecieron los de la ABC a hacernos una entrevista. Y ni puta idea de inglés… Sabe Dios dónde estará esa entrevista. El ABC es un canal nacional de deportes, así que cuando llegamos a Yosemite éramos famosos y nos habíamos ganado que nos invitaran a las fiestas…
¡Sorpresa!
Un día acompañamos a Ron a Los Angeles y, de camino, paró en Ventura. Resulta que en Patagonia nos tenían preparada una fiesta, una fiesta sorpresa, tío, ¡en Patagonia! Conocimos a Chouinard y a un montón de gente. Empezaron a darnos material las marcas de allí: Patagonia, Metolius… De hecho, yo estuve a punto de quedarme allí.
Conocimos a Charles Cole, que era el dueño del Five Ten. Tenía su laboratorio y la goma la fabricaba en Los Ángeles. Nos convertimos un poco en sus probadores de la goma. Tuvimos una relación de puta madre y le propuse venir a España, porque él tenía la suela, pero no el pie gato. En España había tres marcas de gatos: Kamet, Boreal y Calma. Yo me quedé con el patrocinio de Kamet y le presenté a Cole a Fernando Acuña [dueño de Kamet], pero Fernando pasó de él, entonces se fue a Italia y allí hizo los pies de gato. Y años después, en una feria de material, como tenía muy buena relación con él, le hice el diseño actual del logo de 5.10 en una noche loca… Me mola el mundo del diseño.
Yo no solo quería ser un escalador esponsorizado, yo quería saber cómo era el proceso de fabricación del material, de los pies de gato, quería ir a las ferias, quería estar en el meollo de todo. Siempre fui muy curioso y eso me ha hecho tener contacto con muchos escaladores, con marcas, con empresas…
Vuelta a Europa. La competición, la lesión
El 86 fue el capítulo final de Yosemite. Antes hice un viaje de tres meses solo. La gente del Valle se había empezado a ir y vi que esa etapa mía había acabado. Pasamos del cuento de América al cuento europeo: Glowacz, Ben Moon, Jerry Moffat, Edlinger… Nosotros, aunque éramos los españolitos estábamos también metidos en ese lío.
Empezaban las competiciones indoor. Hice un viaje con Chochín [Javier Orive] a una compe de Francia, no recuerdo si a París, a Marsella, a Lyon… y después empecé a competir en Europa hasta que me empiezan a doler los brazos y tengo que dejar de escalar. Llamé a Jerry Moffat, que se había operado. Cuando competía tenía que salir sin calentar, porque al calentar se me inflamaban los antebrazos y no podía seguir.
El primer enredo: Top30
En Coruña ya tenía un nombre y había hecho mis pinitos, así que el concejal de Deportes creyó en mi proyecto y fue cuando se hizo el primer rocódromo cubierto de España, en el frontón de Riazor, en el año 88, y para inaugurarlo montamos el Master Top30, que además coincidía con el día de mi cumpleaños, el 8 de diciembre. Invité a Bernabé, a Snoopy, Txavo, Carlos Suárez, Carlos García, a los 30 masters. 25 mil pesetas por venir a cada uno, hotel pagado, con restaurante vegetariano a la carta, en la zona de aislamiento había futbolines y máquinas de marcianitos, masajistas…, 350 mil pesetas para el primero. No ha habido nunca tanta pasta en una compe de escalada. Fue la hostia, la gente flipó. Y ahí, en ese primer Top30, se hizo un espectáculo de danza-escalada. Todos se partieron de risa porque yo participaba y, como estaba con el rollo de organizar la prueba, no fui a ensayar; todos iban por un sitio y yo por otro. ¡La profesora de ballet guarda vídeos de eso!
Bueno, el Top 30 fue un éxito y lo hicimos dos años. En la siguiente invitamos a Jerry Moffat, Ben Moon… y de repente Blanco me dice “Joder, tengo un primo en Tarifa que hace las tablas de surf Catfun y quiere que le hagamos unas presas”. Fuimos a Tarifa e hicimos las presas, las presas más cutres y malas del mundo. Nos pagaron y volviendo a Avilés salió la idea de montar nosotros algo nosotros, y así nació Top30 como empresa, desde Tarifa a Avilés, en el 92.
La primera obra que hicimos fue un gimnasio de Málaga que nunca nos pagaron… Yo me dediqué a la parte comercial, a visitar todos los ayuntamientos. Estuve once años hasta que acabé harto de los políticos, de vender por ahí, y tampoco me había hecho rico. Los otros socios, Blanco y Chichi, eran bomberos y yo acababa de ser padre y no quería viajar tanto. Lo vendimos.
La aventura Deep Eyes
Después de eso me cogí un año sabático y estuve nueve meses gastándome la pasta. Durante ese tiempo hice un viaje con Patxi Arocena y Daniel Andrada a Francia; un día les dije “poneos ahí que os haga una foto, vais a ser los protagonistas de mi nueva marca”. Y así nació Deep Eyes. Hice un póster que puse en el stand de Desnivel de la feria de Barcelona y todo el mundo comenzó a hablar de la marca, me llamaban de las tiendas “¿que cuándo vas a traer esa ropa de América?”. América… ¡Y yo no tenía nada!, solo el eslogan. Me fui a Portugal, donde tenía amigos, y salí con una colección de cinco camisetas, dos sudaderas y dos mallas. Mi red comercial estaba formada por los mejores escaladores de España…, pero los peores vendedores, pésimos, aunque dio mucha imagen. Cambié el chip al año siguiente y empecé a ir yo a las tiendas, trabajaba con cartas de crédito y de repente se me fue de las manos, no tenía pasta, se vendía demasiado y empezaron los impagos… La ruina. Fue cuando Trango me ofreció trabajar con ellos diseñando una línea de ropa.
Nace B3
Seguí relacionado con el mundo de las competiciones y un día Miguelín [Riera], los Pou [Eneko e Iker], Joseba [Saiz] y Óscar [Martínez] empezaron a comerme la cabeza con el tema del psicobloc, hasta que gracias a otro gran amigo, Juanjo San Sebastián, que trabajaba en la BBK, conseguimos la financiación para hacer la 1ª prueba de la historia del Psicoblock Master Series, en la ría de Bilbao. De ahí nació luego el Red Bull Creepers. Después vino el Street Games, un evento urbano que retomé después de la pandemia. Paralelamente, la FEDME me propone retomar el tema de compes y llevarlas de nuevo a la calle y así nació B3, un nombre inspirado en la graduación antigua de boulder en Yosemite: B1, el boulder que hacía todo el mundo; B2, el que se hacía muy poco, y B3, un boulder sin repetición.
Firmamos un contrato con la FEDME por 10 años para hacer las copas de España de velocidad, bloque y nuevas disciplinas. Hemos vuelto a sacar a la calle la competición y de repente se ha disparado la cifra de inscritos: ¡en Oviedo se apuntaron 300, y se quedaron otros 300 fuera! Hace falta que la Federación cree un ranking y regule esto de alguna forma. Hay una cantera impresionante y eso me dio energía para meterme otra vez en el lío.
La velocidad está de moda
Donde hay un muro de velocidad van a salir un montón de chavales nuevos. Y mira qué repercusión tiene cuando se emite una prueba en Tele Deporte. Para 2025 la federación internacional ya ha aprobado un formato de competición de velocidad con cuatro líneas. Y yo creo que la tendencia es hacia el atletismo, a las ocho calles. Yo voy más allá y tengo un plan para hacer relevos y relevos mixtos, aunque no sean pruebas oficiales.
Jugársela a una carta
De las aventuras más locas que recuerdo fue la del barco que trajo a Coruña las estructuras de psicobloc y velocidad. Aquello podía haber sido la catástrofe. Me llamó el director del puerto de Ferrol, que es amigo, para llevar la prueba de psicobloc allí y por eso organicé el Psicobloc Máster series y el primer open de velocidad gallego, en Ferrol. Conozco a un amarrador en el puerto y resulta que da la casualidad de que tiene una pontona [barcaza] y es en ella donde monto las estructuras. Me llaman de Coruña, “Finuco, que apareció un dinero por aquí…, tráete la compe” y lancé el órdago ¡con solo una semana de plazo! Hablé con el de las pontonas a ver si me lo podía llevar todo montado hasta Coruña. Ya no había tiempo para desmontar y volver a montar, así que la idea loca era llevarlo por mar. “¡Como hay Dios que te lo llevo!”, me dijo mi amigo. Pero hacía falta una ventana de buen tiempo, no más de un metro de olas. Hay tres millas de ría y luego 4 millas de costa gallega. Yo pensaba: si se hunde, abrimos el telediario… Y salió bien. El momento de la entrada de la pontona fue mágico, se juntaron dos imágenes de mi historia: el Dique y la barcaza navegando con los muros.
Lo que me motiva son los retos, hacer cosas que no ha hecho nadie y ahora mismo, además, no quedarme únicamente en la escalada.
60 cumpleaños
El 26 de enero celebramos el cumple de Finuco. Un encuentro muy especial en Sputnik Legazpi al que vinieron amigos de medio mundo. Además, con las réplicas que Finuco guarda de los agarres del bloque mítico, se hizo una reconstrucción de la sección dura de Midnight lightning. Hubo discurso, abrazos y bailes. ¡El baile nunca falta!
Un crack Finuco, me suenan todas esas vivencias que cuenta, saludos !!