Más de una vez habrás oído que hay dos tipos de escaladores: los apasionados de los perros y los que odian a los canes (y a sus dueños). No es que la afirmación sea cierta por completo, pero sí que hay algo de verdad en estas palabras. Si eres de los primeros y quieres empezar a cambiar el sentimiento de los segundos, Ana te va a explicar su experiencia con Indy, su perro “tarado”. También algunos juegos caninos pedagógicos para hacer en casa y relajar a nuestro amigo peludo.
Indy tiene cuatro años, llegó a casa hace tres y está pasando su segundo confinamiento. El primero fue peor, es verdad, todo el día encerrado en una jaula pequeña, él solo. Cuando lo vi en la foto me llenó de ternura y no lo dudé: al día siguiente me monté en la furgoneta y fui a buscarlo a Albacete ¡ya había encontrado nuevo compañero de aventuras!
Físicamente os podéis imaginar cómo estaba pero la sorpresa vino cuando llegamos a casa y al intentar acariciarle… ¡se volvió literalmente loco! No paraba de gruñir y giraba sobre sí mismo intentando morderse las patas traseras. Esa fue su gran presentación.
El susto fue tremendo
Lo primero fue descartar alguna lesión física y no la había, así que la conclusión fue clara: estaba “taradito” de manual. ¡Ahora sí que empezaba la aventura! Mi experiencia previa con perros había sido muy fácil, lo típico: juegos, paseos, caricias… pero esta vez iba a ser distinto.
Por suerte, apareció en nuestras vidas Almudena Escobar (entrenadora canina) y me explicó que Indy tenía un TOC (trastorno obsesivo-compulsivo). Los perros son animales gregarios, sociales, sus necesidades básicas son muy parecidas a las nuestras (relaciones con iguales, con otras especies, pasear, jugar, comer…). Olfatear es su yoga y así pueden conocer a otros perros como si fuera por videollamada. Al no tener la posibilidad de relacionarse con otros perros, no poder salir, no poder olfatear, correr… empezó a relacionarse con sus cuartos traseros, como si de una peli de miedo se tratara. Ellos no saben cuándo ni cómo serán liberados del confinamiento, así que empiezan tener conductas repetitivas que no les llevan a nada realmente, pero no tienen otra forma que hacer para aliviar el estrés. Se autolesionan, pierden la capacidad de de relacionarse con el medio, son miedosos, sufren reactividad a estímulos externos… Es muy duro y había mucho trabajo por delante.
Indy es un perro pastor, y listo, así que la falta de ejercicio físico y mental le había pasado factura. Y nos pusimos manos a la obra. Lo primero era establecer un vínculo afectivo. Empezamos con el ejercicio físico: largos paseos mañana, tarde y noche, ricas chuches y nada de contacto físico con él porque las caricias le hacían volver a los ataques.
Luego llegó la parte cognitiva; Indy necesitaba retos mentales que le ayudaran a ordenar su mente y controlar sus ataques. Había que hacerle pensar. Fueron días, meses, de trabajo diario. Los ataques se fueron reduciendo poco a poco hasta casi alcanzar la normalidad. Qué contento se pone cada vez que sabe que le voy a poner un “trabajo”, que le voy a esconder salchichas por la casa para que luego él las encuentre.
A Indy y a mí estos ejercicios nos ayudaron a ser una familia y a disfrutar del tiempo juntos. Por eso, en estos días en los que a todas nos faltan horas de monte y paseos, quería compartir con vosotros algunos juegos sencillos para hacer en casa y así ayudar a nuestros compañeros peludos a cansarse un poco más y estar más relajados y felices.
Juegos caninos
¿En qué mano está el premio? El juego es muy simple: elegimos un premio rico, lo escondemos en una mano sin que nos vea y le ofrecemos las dos manos; el perro tiene que tocar con la nariz la mano en la que está escondido el premio, le daremos el premio cuando toque la mano y se siente, mirándola, no mientras la toca. Si toca la que no tiene premio no pasa nada, le enseñamos que está vacía y enseguida irá a buscarlo a la otra.
La búsqueda del tesoro. Este también es muy fácil. Si nuestro can atiende a la señal de “quieto”, la usaremos y, si no, tendremos que dejarle en una habitación mientras que escondemos trocitos de premio por la casa. Luego le acompañaremos pidiéndole que los busque. Al principio los premios tienen que estar en el suelo, en sitios muy evidentes, pero, a medida que aprenden, podemos ir subiendo la dificultad y ponérselos en sillas, estanterías, debajo de una alfombra…, sitios donde puedan llegar pero que les cueste más trabajo.
¡Choca! Nos colocamos enfrente del perro, con las manos en la espalda, sacamos una mano como si quisiéramos que alguien nos chocara la mano; en este caso será nuestro peludo quien nos choque con su hocico. Cada vez que lo haga le diremos que muy bien y le recompensaremos. Al principio siempre sale la misma mano en el mismo sitio, pero luego podemos ir cambiando y eso le hará estar muy concentrado.
El escondite. En este juego el premio seremos nosotros. Una vez más, si nuestro perro atiende a la señal de “quieto”, perfecto, si no, harán falta dos personas: una se esconde y la otra entretiene al perrete hasta que le llamen. No vale la excusa de “mi casa es muy pequeña”; con este juego todos usamos la cabecita, todos tenemos un armario, una puerta, una cama, una manta para taparnos…, en cualquier espacio hay mil posibilidades.
Los perretes no aprenden al instante, hay que repetir y repetir los juegos hasta que saben cómo funciona, pero merece la pena. También hay que tener en cuenta que les estamos dando comida extra con los juegos y que su actividad física no es la que tienen normalmente, por lo que hay que regular las cantidades.
Disfrutad juntos de estos juegos y recordad: ¡pronto volverán los paseos!