Patxi Usobiaga es un personaje importante en la historia de la escalada deportiva de las dos últimas décadas. Detrás de su historial de encadenamientos y resultados en competición existen muchos factores externos e internos, idas y venidas, momentos mejores y peores y personajes que marcaron el rumbo de cada etapa de su vida como escalador.

En un pequeño rincón del Alto Urgel desde el que se puede ver el Contrafort de Rumbau, Patxi Usobiaga (39) ha montado, junto a Ingrid, Nim y Jud, su centro de operaciones. Allí desarrolla su trabajo como entrenador y puede equipar y escalar a diario. Cuando lo llamamos para hacer esta entrevista, reconoce haber pasado momentos difíciles –“Ha sido duro estar dos meses viendo el muro de Oliana con condiciones perfectas y ¡no poder ir!”–, que los cuatro habían pasado unas semanas enfermos y con fiebre, pero que ya se encuentran completamente recuperados, retomando la escalada y los proyectos que habían quedado estancados.

Patxi Usobiaga.

 

Patxi, empiezas a escalar con diez años y… ¡ya han pasado treinta!
Sí, tío, treinta, es verdad.

Los 90 fueron una década de mucho movimiento en la escalada deportiva, en el País Vasco especialmente.
Sí, y éramos muy pocos, antes nos conocíamos todos; en el 90 éramos cuatro pelados. Lo cierto es que hasta los catorce estuve solo, iba con mi padre a escalar, hasta que, en el 94, empecé a salir con los Marañones (los colegas de Vergara: los hermanos Mulas, Paixi, Javi, Martín Ramírez). Miguel y Josean me sacaron mucho, sobre todo a las zonas cercanas, como Oñate, y también fuera. Escalar solo con mi padre me frustraba bastante; en la escalada, compartir la motivación con los demás es súper importante. Con los Marañones todo cambió; escalaba con gente que ya hacía octavos, entrenábamos juntos y yo ya veía que no estaba tan lejos. Probaba cosas más duras y eso me hizo evolucionar bastante y tener más confianza para apretar un poquito más, coger una presa más cuando tienes la cinta en el pie. Aparte de que me enseñaron muchas más cosas, como los valores de la escalada, los valores personales. Me aportaron muchísimo.

Cogía el Desnivel y me aprendía todo de memoria. Me encontraba a la gente y les daba una turra que no veas sobre lo que había leído sobre ellos.

¿Y ahí surge el fanatismo o hay que esperar a que lleguen los encadenamientos y los resultados en compe?
Es una mezcla de todo. Ahora lo diagnosticarían como TDAH [risas]. Yo ya era fanático al principio y, además, muy charlatán, a veces demasiado… Cogía el Desnivel y me aprendía todo de memoria. Me encontraba a la gente y les daba una turra que no veas sobre lo que había leído sobre ellos. David Carretero, Patxi Arocena, Josune, Josean, Bea… Me motivaba un montón, les copiaba en la ropa, seguía su estilo. Veía una foto de Bernabé Fernández metiendo un talón en una competición del 90 y yo lo imitaba. Ya no sé si era un groupie o un fanático.

Patxi Usobiaga.
Patxi, en su nueva etapa, como equipador, prácticamente solo prueba sus proyectos.

 

También empezaste a competir muy pronto; no había ni categoría de niños.
Se inauguró un rocódromo en Elgóibar [Patxi vivía en Éibar, a pocos kilómetros] e hicieron una competición de la cuenca del Deva y fui, con 11 años. En la primera vía no llegaba a la primera presa y me tuvieron que poner una banqueta para empezar. Quedé último. Pero por la tarde, antes de la final, los equipadores (Josean Mulas y Beatriz Jiménez) me montaron una vía que escalé delante de muchísima gente (o eso era lo que me parecía a mí). Salir con la cuerda atada, esa ida de olla que es una competición, hacer la vía (que sería… ¡cuarto!)… me enganchó mogollón, el subidón de adrenalina fue para mí impactante y esa sensación fue lo que hizo que me enganchara a competir. Eso fue en el 91; empecé luego en las competiciones en el 94.

Mi padre iba siempre antes, cuando montaban la compe, a preguntar si había categoría de niños; “Pero si no hay niños”, le decían… “Que compita su hijo con los mayores”. Y yo quería ir. Ahí nos conocimos todos. Fui a Vitoria a la Copa de España y estaban todos los de las revistas. Les miraba cómo calentaban… Me acuerdo de que Dani [Andrada] no pasó a la final y se hinchó a hacer boulder sin pies en el panel de calentamiento… Después me dediqué a intentar sin pies mogollón de bloques entrenando, ¡y yo no bloqueaba! ¡Tenía los brazos rectos! No tenía fuerza. Si todavía no soy capaz de hacer una dominada a un brazo… Todo eso me marcó. Ver a Patxi Arocena, a todos…, a Txema Gómez, a Carles [Brascó], a…. al Cristo [risas], Pedro Pons, Dani, Bernabé, Carlos Suárez… Todos. Era como una locura… Fue lo que marcó mi evolución.

¡Buah! Me dijeron que me llevaban al Campeonato del Mundo Juvenil. Imagínate. De repente a mis padres, que me iba a Alemania…

Qué importante el apoyo de tus padres.
¡Claro! Yo iba a las compes porque me llevaban. Les daba una turra tremenda. En el primer campeonato juvenil al que fui, en Madrid, en el 94, un 10 de septiembre, David Carretero le habló a Pere Lloveras, el seleccionador [FEDME] de aquella época. Yo tenía 14 años, competí con chavales de 16 y 17, hice segundo ¡y me llamaron para ir al hotel a una reunión! ¡Buah! Me dijeron que me llevaban al Campeonato del Mundo Juvenil. Imagínate. De repente a mis padres, que me iba a Alemania…

Es también una época de investigación en el entrenamiento de escalada, y tú participaste en uno de los primeros centros de tecnificación para jóvenes.
Con 16/17 estuve en Zutikan, el centro de tecnificación de Vitoria (con Gaizka, Iker, Joseba, Andoni, Iván Larrión…), Jon Lazkoz, Gorka Hernáez y Garbiñe Gorospe gestionaban los entrenamientos. Yo iba al roco y hacía cosas, pero un poco sin lógica, por instinto: búlder, traves y nada más. ¿Cuántas? Pues las que me apetecía… No entendía. Pero gracias a esa etapa comprendí la importancia de explicar al escalador de qué se trata un entrenamiento, existe un porqué, un para cuándo… Todo tiene un sentido, no se hace porque sí. Entrené con más gente y, al final, llegó un periodo de frustración. Nadie me explicó, o yo no entendí, qué estaba pasando, qué tenía que pasar y por qué. Pensaba: “Entreno y cada día estaré más fuerte”. Pero eso no ocurría. Entré en una especie de declive personal y pasé una temporada muy mala. Me dediqué a escalar en roca durante un año y medio (280 días escalé en un año…).

¿Qué otros entrenadores fueron importantes, no solo para tu rendimiento , sino en tu evolución como futuro entrenador de escalada?
En el 96, antes de una compe, estuve varias semanas entrenado con Josune y con Rikar, y hacía lo que me decían; hice tercero en el Campeonato del Mundo Juvenil. Pero vivían lejos y era difícil coincidir con ellos todas las semanas. También me entrenó mi amigo Eneko García. Después llegó Jon Iriberri, que fue un cambio…

…Jon marcó muchas pautas entonces.
Sí, y me hizo ver cosas muy importantes para evolucionar, como la parte psicológica. Para entonces yo ya había aprendido que todo tenía un sentido.

Sesión en casa junto a Nim y Jud.

 

¿Es entonces cuando te conviertes en un escalador “profesional”?
Sí. En 2002 decidí entrenar… Entrenar serio. Veía que a Edu [Marín] y a Ramón [Julià] les funcionaba. Escalaba mucho en roca pero me sentía estancado. En 2003 conseguí una beca del Gobierno Vasco (dinero y posibilidad de acceder a un entrenador) e hice segundo en el Campeonato del Mundo. Ahí apareció Jon Iriberri. En tres meses estaba haciendo Il domani [9a], Iñi ameriketan [9a+]; en julio, subcampeón del mundo; acabé el año cuarto en la Copa del Mundo y ganando la última prueba; entré en el Equipo, aunque ese año no estuve seleccionado (me pagué yo la tercera prueba de la Copa del Mundo y me quedé a una presa de la final). Dos semanas después fui segundo en el Campeonato del Mundo.

El diálogo es fundamental para hacer entender la situación, las sensaciones, cuándo va a venir lo bueno.

Es interesante toda esa experiencia de cara a convertirte en entrenador de otros escaladores.
Claro, esa es la experiencia con la que empecé a entrenar a escaladores hace ocho años. El diálogo es fundamental para hacer entender la situación, las sensaciones, cuándo va a venir lo bueno. Cuando un cliente me explica algo… ¡yo ya lo he vivido! Una de las razones por que Adam [Ondra] habla mucho conmigo es porque sé cómo hablarle y qué decirle en cada momento. Yo ya he vivido esas situaciones y las he analizado, pero en su momento no supe cómo afrontarlas. Por eso grandes entrenadores, de cualquier disciplina, son exdeportistas. La psicología es una clave de su trabajo. Sí, tienes que saber, tiene que haber una formación, estamos en un mundo de “titulitis”… Con el tiempo, te vas reciclando, vas aprendiendo cosas, vas probando, como he hecho yo, ensayo y error; pruebo, lo entiendo, veo sin funciona, los resultados, y lo adapto al entrenamiento de los clientes, pero yo no sé de porcentajes, de términos específicos, no estudié una carrera.

¿Tienes contacto con otros entrenadores?
No mucho. Ahora tengo contacto con Adam [Ondra] por el tema de la velocidad; está entrenando con maestros de la especialidad. Me gusta ver lo que los demás hacen, que muchas veces no es lo que se hace público. Al final son pistas para evolucionar, como hablar con otros escaladores que ponen en práctica entrenamientos.

¿Cuál es el perfil de tus clientes?
Desde escaladores de 6a hasta gente con entrenamientos más específicos. Casi me cuesta entrenar más a un escalador de 6a que a otros a partir de 7b; es más difícil. En general, son escaladores que necesitan una rutina de alguien que le dé confianza.

Hay un punto de inflexión cuando dejas de escalar, ¿qué ocurrió? ¿Cómo se decide pasar de hacer podios en internacionales y encadenar novenos a no tocar una presa en tres años?
Dejé de escalar cuando vi que había acabado mi carrera deportiva. Lo había dado todo durante siete años…

Era frustrante no poder hacer lo que me gustaba a los niveles que quería. Necesité un tiempo para adaptarme y para entenderlo.

¿Tu carrera deportiva? ¿Te refieres a la de competición?
Mi carrera deportiva. Yo vivía por y para escalar, y eso se acabó en 2011. Me retiré. En 2010 tuve un accidente de coche, me salió una hernia discal en el cuello y no podía entrenar, tenía mucho dolor… Era frustrante no poder hacer lo que me gustaba a los niveles que quería. Necesité un tiempo para adaptarme y para entenderlo. En 2011 se unió también que estaba cansado de aquella disciplina, que había decidido dejar la competición. Necesitaba oxigenarme.

“Dejé de escalar cuando vi que había acabado mi carrera deportiva. Lo había dado todo durante siete años…”.

 

¿Es cuando llegas al surf?
Sí, estuve surfeando dos años y medio sin escalar apenas nada.

¿Y el cuello?
También me dolía surfeando.

¿Por qué el surf?
Siempre me ha gustado hacer cosas diferentes, y mira que soy malo… Me caía como un saco de patatas. Me hice tanto a la escalada que perdí la coordinación para otras cosas. Surfeando era un paquetillo, pero me lo pasaba súper bien. No hay que ser muy bueno para surfear una ola y tener sensaciones que son una pasada.

Cuando pillas una buena ola, con fuerza, te vas poniendo en el sitio, es increíble. He hablado mucho con surfistas y la sensación es la misma que en la escalada

Sensaciones… Explícame qué conexión encuentras entre la roca y las olas.
Cuando pillas una buena ola, con fuerza, te vas poniendo en el sitio, es increíble. He hablado mucho con surfistas y la sensación es la misma que en la escalada, y se une el hecho de que no siempre hay olas, ni todas son para ti… Eso hace que cuando pillas una sea una pasada. Quizás es más relajado que la escalada, al menos en mi caso. En la escalada hay una disciplina, una exigencia: la piel, los pegues, los días de descanso… El surf es más tranquilo, vas al agua, sales, vuelves cuando hay olas, Pueden ser unas vacaciones perfectas para un escalador: sigues estando activo pero sales un poco de la disciplina. Aunque no es fácil combinar las dos cosas; por localización, los proyectos…

¿Y cómo es el ambiente del surf?
[Patxi se ríe] Bueno… Es un poco lo difícil del surf… No hay olas para todos y no hay tantas olas como muchos quisiesen para ellos solos. Esto hace que se creen localismos, que haya un régimen muy estricto en “el pico”. Es complicado. Al final, te das cuenta de que no se viaja tanto como parece, y que al final la gente surfea en sus playas, donde les conocen, donde tienen un hueco. Y para evolucionar necesitas surfear muchas olas, cuantos más segundos estés encima de una ola, más aprendes.

¿Pasa un poco como en zonas de escalada masificadas?
Sí. Bueno… No sé. En la escalada, si quieres estar tranquilo, con tus amigos, tus pegues, te buscas sectores alejados y solitarios. A mí no me apetece estar con gente que grita al lado, tener que esperar para dar un pegue… Y como tengo elección, pues me voy a otros sitios. Si evitas “lo cómodo”, la zona de moda, posiblemente no te encuentres a casi nadie. ¡A veces no encuentro ni gente para ir a escalar y tengo que probar en solitario con una cuerda fija! Pero en el surf no pasa eso, son cuatro olas contadas, la costa es limitada.

¿Y acabas entendiendo el mar? ¿Es como la escalada a vista?
Eso es lo más difícil. Sí, es como escalar a vista realmente. Si surfeas en un sitio de roca, las olas son repetitivas, es más fácil. En cambio, en un sitio de playa de arena es difícil, cada ola es diferente.

Has dicho antes que no se viaja tanto. Ese “estilo de vida” –viajes, vagabundeo…– idealizado del surf, muy emparentado también el de la escalada, quizás se ha perdido, o siempre fue muy residual… No sé.
Viví un tiempo en Zarautz, una de las capitales del surf, y era difícil convencer a la gente para salir de viaje. Y es por lo que hablábamos antes: en su playa surfean, la controlan y, además, a dormir a casa y a hacer vida normal. Y me di cuenta de que, salvo unos pocos –los fanáticos que se iban al otro extremo del mundo para buscar una ola–, la gente no se mueve. En la escalada, en cambio, por obligación, te tienes que mover…

…O no .También hay mucho local que no se separa de su zona.
Sí, también. Quizás más ahora, pero antes había menos zonas, te ibas de un lado a otro, el “furgoneteo”… Ahora “autocaravaneo”…

En el surf puedes hacer 6a en una ola de tres metros… Bueno, un poco más: 6b. El grado va más relacionado con la dificultad de la ola, la velocidad, la fuerza…

¿Para entendernos, qué grado hacías tú en el surf?
6a. Pero en el surf puedes hacer 6a en una ola de tres metros… Bueno, un poco más: 6b. El grado va más relacionado con la dificultad de la ola, la velocidad, la fuerza, si entuba es más difícil porque es más rápida… Hay muchos factores, flipas. Por ejemplo, surfear una ola pequeña, con poca fuerza, es más difícil que surfear una ola de medio metro con fuerza.

¿Algún consejo básico para escaladores que quieran empezar en el surf?
Olvídate de las tablas pequeñitas que llevan los pros. Mejor una tabla con mucho volumen, porque te hará coger un montón de olas y te hará disfrutar un montón del surf. Al principio, lo más difícil, por técnica y por fuerza, es coger las olas… y, como falles, encima te cae el chaparrón: ¡la bronca de los demás por haberla desperdiciado! [risas].

¿Te llegas a sentir un auténtico surfero?
A ver…, ¡yo soy escalador!

“Es como escalar a vista realmente. Si surfeas en un sitio de roca, las olas son repetitivas, es más fácil. En cambio, en un sitio de playa de arena es difícil, cada ola es diferente”.

 

Y por eso vuelves, ¿no? ¿Cómo es el reencuentro con la escalada? ¿La hernia deja de doler?
No, tres años después me seguía doliendo, quizá se secó el disco y me dolía menos, pero seguía. Me adapté a la situación y me di cuenta de que escalar me gustaba mucho. La diferencia ahora es que mis proyectos son totalmente personales, son míos.

¿También vuelves al mundo de la escalada profesional, del patrocinio?
Llega un momento en que se valora quién has sido, qué aportas y tu vinculación al mundo de la escalada. Los sponsors entonces no te pagan por lo que haces, sino por lo anterior; no esperan de ti que hagas 9b para renovar un contrato. Y lo retomas y sigues siendo profesional de alguna forma.

¿Ya no surfeas?
Qué va, hace tres años que no surfeo.

¿Solo escalas, no haces nada más?
Hombre… ¡Soy padre! No, también equipo, que antes no lo hacía apenas, porque requiere mucha energía y sacrificar pegues de escalada. Llevo dos años equipando compulsivamente, me flipa. He llegado a tal punto que no sé ni en qué nivel estoy, porque todo lo que pruebo son proyectos míos. Ahora, en cuanto acabe de hablar contigo, me subo a equipar cuatro vías y a dar unos pegues.

Puedo escalar cada día; entreno si no me queda piel o llueve; si escalo 8c en vez de 9a, pues tan contento. Prefiero seguir así. Me niego a perder mi calidad de vida si tengo otras opciones.

Para acabar, cuéntanos en qué andas liado.
Estoy acabando de montar un roco en Coll de Nargó con otros socios, que va unido de alguna manera a un bar que montan paralelamente otros amigos. Queremos crear un punto de encuentro, para los de aquí y para los visitantes, y que repercuta de forma positiva en el pueblo y en el valle. Cuando tenga el centro abierto podré usarlo también para grupos, niños, masterclass… Pero lo principal, mi trabajo, es Puc Training, tanto el entrenamiento a distancia, como hacer encuentros para combinar entrenamiento con roca. También espero acabar el TD2 de Escalada, solo me queda Entrenamiento y el Bloque Común, y seguimos haciendo la tabla Il Domani, que lanzamos en 2015; nos compran sobre todo en el extranjero y, ahora, con el confinamiento, es lo que nos ha salvado porque se han vendido bastantes. En definitiva, se trata de generar cosas pequeñas –aunque se podría ampliar todo mucho– y cerca de casa. No me quiero meter en otras historias, en inversiones, en ponerme a saco con algo…, en convertirme en un empresario. Puedo escalar cada día; entreno si no me queda piel o llueve; si escalo 8c en vez de 9a, pues tan contento. Prefiero seguir así. Me niego a perder mi calidad de vida si tengo otras opciones.

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