Algo importante en esta situación atípica que vivimos es mantener el cuerpo y la mente activos y encontrar “motivaciones”, pequeñas o grandes, a corto, medio y largo plazo. Es aquí cuando entra en juego una hormona llamada dopamina.
¿Nunca te has preguntado por qué puedes estar horas enfrente del ordenador haciendo algo que te gusta y no tienes hambre, y sin embargo estás tirad@ en el sofá y tienes hambre cada hora? ¿O por qué puedes estar horas y horas escalando y no te aburres, o dándole pegues al proyecto sin cansarte, o haciendo vías o búlders sin parar? ¿De dónde sale esa energía? ¿O por qué tus hijos no se acuerdan de pedir comida cuando están jugando o en la playa divirtiéndose, y si están en casa aburridos piden dulce, chucherías, el bocata…? La respuesta es la dopamina (o su falta, en caso del aburrimiento).
Esta hormona permisiva, es decir, que nos permite el movimiento (mental o físico), se libera en una zona del cerebro que se llama la sustancia negra (la que más se afecta en pacientes con Parkinson y hace que todo aquello que hagamos con ella nos cueste menos. Se llama permisiva porque “permite” el movimiento, nos da energía para movernos. Por eso podemos estar haciendo algo que nos gusta durante horas (escalar), pero si hacemos algo que no nos gusta (limpiar la casa) nos demandará mucha más energía.
¿Puedo producir dopamina constantemente?
Ahí está un poco el quiz de la cuestión. Si algo me motiva es porque me falta algo que quiero conseguir. Es lo que se llama en inglés thrive. ¿Y qué quiero conseguir? ¿Y qué me motiva? Ahí entra nuestra configuración cerebral, que se forma sobre todo en los 2-3 primeros años de vida, hasta los 7 primeros años de vida (pre y post uterina), el estrés percibido en la infancia, situaciones, abrazos, besos… El caso es que, y aquí viene el truco, hacer cosas que nos motivan y conseguirlas (acabar un proyecto, por pequeño que sea) produce serotonina y endorfinas, y eso nos da felicidad, paz, tranquilidad. Es decir, es importante buscar qué nos motiva (nuestra vía, búlder, proyecto, hacer un determinado número de dominadas, conseguir un número de kilos en las suspensiones, quedarse de la regleta de tantos milímetros…), conseguirlo, y así produciremos esas sustancias que nos dan felicidad y a la vez son tan placenteras.
Y si no consigo lo que busco, ¿qué pasa?
Pues ahí entra nuestro amigo el sistema límbico, sobre todo una parte que muchos conocen como “sistema de recompensa”. La dopamina activa la búsqueda. Si encuentro lo que busco, libero endorfinas. Por ejemplo, ¿te has fijado en el placer que experimentas bebiendo agua cuando tienes sed? ¿U orinando cuando tienes muchas muchas ganas y al final puedes ir al baño? ¿O, hablando claro, cuando encadenas tu proyecto? ¿O cuando te sale la secuencia, el búlder o hilas por primera vez esas cintitas duras del proyecto sin caerte? Pues eso es un sistema de recompensa satisfecho, con endorfinas que apagan la búsqueda y te dan placer.
Tu cuerpo sigue buscando sus endorfinas, porque ya sabe que le dan placer, y las quiere.
Si no… la búsqueda no se apaga y tu cuerpo sigue buscando sus endorfinas, porque ya sabe que le dan placer, y las quiere. Vamos, que surge la obsesión por el proyecto, y no dejas de pensar en ello, de “buscar” el apagar esa búsqueda. Así que o bien sigo buscando lo que quería (sigo con el pensamiento non-stop en mi proyecto y pensando todo el tiempo en el objetivo final, el encadene: entrenamiento, volver al sector, viaje, busco desesperadamente compañeros de cordada y les llevo a mi proyecto…), o bien busco las endorfinas en otras cosas. Y ahí entran las adicciones y/o los pequeños (o grandes) caprichos/placeres. El azúcar (un bollo, pan, helado, chocolate, dulce…), el alcohol u otra droga, cualquier tipo de comida (esos paseos al frigorífico que se repiten una y otra vez), mirar el móvil compulsivamente (buscando aceptación en redes sociales, o un whatsapp, o simplemente un estímulo nuevo que inicia otra búsqueda…)… y un largo etcétera.
La escalada nos produce un efecto doble: endorfinas por el propio ejercicio físico, pero nos inicia una búsqueda si nos ha quedado una vía o un búlder pendiente
El deporte, claro, también produce endorfinas, y es una estupenda opción para relajarse post-ejercicio. Por eso nos encontramos muy bien, aunque estemos cansados, cuando practicamos ejercicio físico. La escalada nos produce un efecto doble: endorfinas por el propio ejercicio físico, pero nos inicia una búsqueda si nos ha quedado una vía o un búlder pendiente. Es decir, el problema aparece cuando no hemos solucionado la búsqueda, y ésta vuelve a aparecer. Entonces nosotros volvemos a buscar nuestras endorfinas en el azúcar, alcohol, móvil, otro deporte, como correr; o incluso el sexo, otro productor de endorfinas.
Y el segundo problema es que nuestro receptor cerebral de endorfinas también se acostumbra a ellas y cada vez nos pide más (más azúcar, más deporte… pasamos de runner de 5 km a ultrarunner). Para que te hagas una idea, hicieron un estudio en estudiantes de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y descubrieron que era más fácil que se hicieran adictos al deporte, quizás porque en su formación están continuamente practicándolo.
La infancia, ¿afecta al sistema de recompensa?
Es la parte más importante del desarrollo inicial cerebral. Todo puede cambiarse, pero es cierto que costará mucha energía. Ahí entran todos los programas de meditación, mindfulness y desarrollo personal. Para que entendamos los procesos cerebrales, un ejemplo emocional: si no hemos tenido algo que buscábamos o necesitábamos de pequeñitos, podríamos estar en búsqueda constante y nunca estar satisfechos; estaríamos buscando recompensas rápidas cada día. No necesariamente tiene que ver con que nuestros padres no nos hayan cuidado, sino que depende de nuestra percepción y el contexto vivido en esos años (por ejemplo, familiar enfermo, familia numerosa, carencias económicas…), o incluso en el período de vida intrauterino.
¿Solución? Objetivos a corto, medio y largo plazo
Por tanto, busquemos motivaciones que podamos conseguir rápidamente y otras que sean más lejanas en el tiempo. Es decir, proyectos a corto, medio y largo plazo. Es duro estar focalizado en un único proyecto durante varios meses. Nos tenemos que poner el objetivo a largo plazo (proyectazo), pero con recompensas intermedias: vías o búlders más fáciles que nos den endorfinas y nos activen la recompensa. Así tendremos dopamina (estaremos motivados) pero no habrá desmotivación y será más fácil evitar caer en las adicciones o trampas del día a día. Es importante ponernos pequeños objetivos que nos aporten esa serotonina y endorfinas cada día, aunque tengamos en mente el objetivo final de dentro de meses o años (proyectos personales, de escalada, de trabajo, empresariales…).
Así que… ¡busca tu motivación cada día!
Te cuento algunas de las mías:
✅ Redecora una parte de la casa (yo he impreso fotos, puesto algunos cuadros…
✅ Lee ese libro que tenías pendiente
✅ Cocina
✅ Ríe
✅ Vuelve a reír
✅ Aprende una habilidad nueva (hacer el pino, manualidades…)
✅ Motívate con el entrenamiento: bajar de mm en regleta en suspensión, aumentar lastre de kilos, número de dominadas, de flexiones, de sentadillas, de segundos en plancha…
✅ Abraza y besa a los que tienes cerca, si tienes la suerte de estar en compañía
✅ Sal fuera y pasa tiempo al aire libre, si puedes, o asómate a la ventana varias veces al día
✅ Llama o vídeo-llama a un ser querido
✅ Medita, respira, practica mindfulness
✅ Aprovecha para formarte en aquello para lo que no tenías tiempo
✅ Crea un plan de acción laboral o reinvéntate laboralmente (currículum, PYME…)