Aida Chaos acaba de inaugurar su exposición en Sputnik Las Rozas. Os contamos por encima quién es Aida y damos un repaso a sus obras, cada una con su historia y una canción.
“Soy Aida Chaos Morán, una persona común y corriente (no pongo curriculum porque para títulos y tal ya está ‘linkning’, o como se llame)”. Así arranca Aida cuando le pedimos que se presente. Continúa: “He decidido salir a buscar mis propias quimeras de la vida porque es la única manera que tengo de vivir. No soy ni mejor, ni peor… Voy aprendiendo por el camino, tengo una tendencia a tirarme a la piscina sin mirar si tiene agua o no”.
Geóloga, escaladora, montañera, guía de montaña…, Aida “pinta desde que era muy pequeña”, asegura su madre, pero comenzó a representar montañas hace unos pocos años: “Empecé cambiando mis cuadros por material; el primero, por una cinta exprés, otro, por un cabo de anclaje…”.
“¿Que por qué pinto?… Explicarlo es tan complicado como explicar por qué escalo en la mayor variedad posible de escenarios, o por qué transito por alguna elevación geográfica llamada montaña. De hecho, buscar los porqués de todo me enfurruña, no me gusta. Hacer lo que hago es como cuando te apetece dar un acogedor abrazo de mantita: lo sientes, extiendes los brazos, lo das y punto. Sí puedo decir que prefiero la acuarela a otras técnicas porque me divierte y frustra a partes iguales no poder rectificar (aunque ya voy encontrando trampas) las aguas que hace en el papel, el efecto de las sombras, etcétera. Lo denomino, la ‘técnica del soltar’: no puedo controlar todo, el papel también toma sus propias decisiones; lo que sale, hecho está, si no te gusta, sigue adelante o empieza de nuevo”.
Estas son las acuarelas de Aida que puedes ver durante el mes de octubre en Sputnik Las Rozas, los textos* que acompañan cada una y la banda sonora que la inspiró.
*(Con la ayuda de Olga Blázquez)
El Torreón
Tomi siempre me habla de la cara norte del Torreón, del paso de placa, de cómo afrontaría su gesta personal.
Todo son gestas personales que a este monolito de roca le dan bastante igual. La última vez que vi a Tomi, me habló de que la vida salvaje se estaba yendo al garete por el impacto de todas “nuestras gestas”: la pérdida del liquen, de las plantas que crecen desafiando la gravedad en
las paredes, de las aves, de los bichos… La roca está perdiendo vida.
Mi Torreón se escaló con Tomi y Gañote. Cumplí un sueño con él, pero no dejo de pensar que me gustaría que mis sueños de montaña no degradasen la belleza que quiero ver en ellas.
El Mogote de los Suicidas
Hay tres “locos de la vida” (Óscar García, Ricardo Pérez y Ramón Portilla) que escalan sueños: son unos románticos, aunque, a primera vista, parezcan rudos. Les gusta escalar a la luz de la luna llena. Uno se encarga del encuadre fotográfico; los demás, de escalar. Mi labor es la de dar la brasa en un grupo de WhatsApp. Pero siempre el infortunio se ha
cruzado en nuestro camino: que si la pandemia, que si la mala meteo, que si “ya ha pasado la luna llena este mes” o que si nuestros cuerpos están desperdigados por diferentes lugares de la geografía peninsular…
El grupo de WhatsApp no se borra, ni nadie sale de él.
Espera, a la sombra de la lista de chats, la llegada de algún
mensaje perdido, espera que, algún día, se vuelvan a alinear
la luna, las cuerdas y los mosquetones; los cuerpos y el Mogote de los Suicidas.
Cerro Torre
Todas las pinturas están sacadas de fotos que rebusco o que se cruzan en mi camino. Me impresionó esta última luz del día sobre el Cerro Torre (encontrada en la cuenta @patagoniatothenorthpole). Al terminarla, vi un error en su forma: la pared ha salido un poco alargada y estilizada… Después, me pareció una bailarina que gira. A veces, no sé cómo se conectan mis neuronas.
Vista desde el C3 del Aconcagua
No me preguntéis cómo pensé que esta imagen era el Aconcagua. Nunca he estado allí, y cuando vi la foto que inspira esta acuarela, me pareció tan bonita, que supe que la tenía que pintar. No pensé nada más. Cuando colgué la foto de la acuarela en mis redes, rápidamente recibí un mensaje de WhatsApp de Borja (también Ramón me escribió): ese no era el Aconcagua (y yo me moría de la vergüenza); el caso es que a él esa vista la sonaba mucho (claro, ha estado allí). Busqué las referencias de la fotografía original. Efectivamente, era el campamento 3. Borja se encargó de preguntar cuál era el nombre de esas cimas.
Ahora, imagínense a ustedes mismos/as sentados/as en la puerta de su tienda de campaña, un día soleado y frío (muy frío), tienen un té aguado entre las manos, están en el campamento 3, respirando la vista del Cerro Reichert, La Mano, y el Cerro Link. Descansen, mañana puede que hagan cumbre.
Nevado Huandoy (Norte, 6395 m). Perú, Cordillera Blanca
Su nombre original es Tullpa Rahu o Tullparaju, proviene del quechua ancashino. Tullpa es algo así como “fogón de piedras”, y Rahu, “hielo”… Así que el conjunto se traduciría por algo similar a “montaña nevada en forma de fogón”.
Mientras la pinto, me doy cuenta de que su forma me evoca la imagen de una hoguera de llamaradas congeladas. Una instantánea en nuestra vida humana, producida por la increíble
interacción entre roca, clima y casualidades naturales, que,
con el paso de miles de años, se transformará en otra cosa.
Huandoy también es un manto levantado en sus cuatro puntas, así como una princesa que murió por amor hacia Huscarán. En definitiva, nosotras/os, tan chiquitos y ellas, tan eternas.
Spantik o Golden Peak (7027 m). Pakistán, Karakórum
La pinté por esa cara debido a la forma de sus pliegues y a la línea de escalada denominada “Pilar Dorado”, diedro que ilumina el espacio. Ojalá mis pies me lleven un día al glaciar que nace en su base.
Midi d ‘Ossau (2884 m). Pirineos Atlánticos, Francia
Lo que ves es el corazón de roca solidificada que, hace unos cuantos millones de años, cuando estaba fundida, hacía latir el cuerpo de un volcán de unas dimensiones contundentes… Las rocas que conforman su ser son la andesita y la dacita ácidas. Tiene unos 272 millones de años, así que es relativamente joven desde el punto de vista del tiempo geológico.
Cara norte del Dru (3754 m). Macizo del Mont Blanc, Alpes franceses
¿Podré algún día escalar esta pared?
Fisura. Wadi Rum Desert, Jordania
No conozco al chico que escala, solo al que tomó la foto: la vi en su cuenta de Instagram (A. Urtasun). Me gustaron los colores de la roca –es arenisca– y los del desierto. El Wadi Rum Desert debe de ser un lugar infinito de fisuras, y es otro de esos enclaves que añadir a la lista de sitios a los que viajar.
Necesitaría más de dos vidas y dos nóminas de un trabajo fijo para llevar a la práctica ese listado…. Porque, aunque las escaladas y las montañas sean un supuesto reino de “libertad”, sin ese dinero/tiempo que ganas y gastas no son posibles. El bolsillo a veces no da de sí.
Vamos a soñar.
Machapuchare (6993 m). Nepal
Es una montaña sagrada, venerada en honor al Dios Shivá. Nadie puede escalarla. Y está bien así, no siempre nuestros pies humanos tienen que estar en todos los lugares del planeta Tierra; no queda claro si la prohibición que afecta a esta montaña se debe a que la primera persona que la «encumbró» en 1957 –y que, en realidad, se quedó a 45m de la cima–, al bajar, convenció a la autoridad pertinente de que el acceso a otras expediciones fuese denegado, o si la restricción está causada por otros motivos que no he conseguido averiguar. He pintado tres veces esa “cola de pez”, la próxima –la cuarta– sucederá cuando esté en su base, a unos modestos tres mil y pico metros.
Magnífico trabajo, enhorabuena!!