El escalador madrileño Lucas de Jesús nos cuenta en esta entrevista su experiencia como voluntario en el Líbano colaborando con la ONG ClimbAID, una organización que lleva el boulder a los campos de refugiados.

Tiene 23 años y comienza a ser una cara conocida en el circuito de competiciones, unas veces como participante, otras como equipador. También os sonará de haberlo visto montando vías y bloques en Sputnik algún día. En 2018, Lucas de Jesus aparcó por una temporada sus entrenamientos, el trabajo de setting y los estudios para ser profesor de Secundaria y viajó al Líbano para ponerse a las órdenes de la ONG ClimbAID.

Lucas, ¿cómo conoces ClimbAID?
Hace un par de años, mientras acababa el último año de la carrera (Ciencias del Deporte) trabajaba al mismo tiempo como monitor en un rocódromo. Una alumna me habló de ClimbAID y me interesó colaborar con ellos. La “escalada terapéutica” era algo en lo que yo estaba muy interesado y me pareció una oportunidad que no podía desaprovechar.

¿Cuándo te enrolas?
Esa misma primavera (2018) inicié los trámites para poder participar como voluntario y todo el mes de septiembre lo pasé en el Líbano.

¿Cuál es el objetivo de ClimbAID?
ClimbAID es una organización que busca mejorar la vida de niños y adolescentes refugiados en el Líbano a través de la escalada. Mucha gente se puede preguntar qué sentido tiene llevar la escalada a personas en esa situación, cuando sus necesidades básicas como el refugio, la comida o la educación no siempre están cubiertas. Bien, son numerosos ya los estudios que defienden que la escalada es un medio para conseguir bienestar físico, psicológico y social. Especialmente, el bienestar psicológico y el social son los que perseguimos en la ONG. El objetivo es el de, a través de sesiones periódicas con grupos estables de alumnos, generar un clima que ayude a muchos de estos niños y adolescentes a sobrellevar su situación. Otro objetivo es generar una comunidad entre los distintos campos en el que la escalada sea un punto en común. El propósito final de toda ONG es que funcione sin voluntarios y que lo haga a través de gente local, pero para ello es necesario crear una comunidad en torno a la escalada, algo complicado y que lleva tiempo. Estos últimos dos años, climbAID ha trabajado mucho en esto, consiguiendo buenos resultados. En primer lugar, en octubre de 2018 montamos el primer evento de escalada de la región, reuniendo no solo a participantes habituales de nuestras sesiones, sino a escaladores de otras partes del país. Y, en 2019, se consiguió la financiación suficiente para instalar uno de los proyectos más importantes de la ONG: un muro fijo en un espacio al que los participantes pudieran acudir cuando quisieran, sin depender de ClimbAID.

¿De dónde salen estos fondos y el material?
De donaciones y el apoyo de algunas marcas, principalmente: Minimum Bouldering, Transa y Refugio Kalandraka.

La escalada favorece la autoestima, la relación social, el trabajo en equipo, el respeto, la humildad… De alguna manera buscábamos transmitir todos estos valores

¿Crees de verdad que el boulder puede ayudar a paliar efectos psicológicos producidos por la situación de esos jóvenes?
Sí. Los beneficios a nivel físico de la escalada son muy conocidos, pero los más importantes a mi entender son los sociales y psicológicos. Favorece la autoestima, la relación social, el trabajo en equipo, el respeto, la humildad… De alguna manera buscábamos transmitir todos estos valores y creo que en muchos casos lo conseguimos.

Explícanos cómo hacíais el trabajo?
Para entender el trabajo que hacíamos es fundamental que en primer lugar os presente a “The Rolling Rock”, la base de todo el trabajo de ClimbAID y sin el que la ONG no podría funcionar. En el Líbano prácticamente no hay rocódromos fuera de Beirut, por lo que ¿cómo hacemos para llevar la escalada a los campos de refugiados? “Si la gente no puede ir a la montaña, la montaña va a la gente”, ¡en el sentido literal! Así nació nuestra “roca sobre ruedas”, un rocódromo construido sobre un camión. La verdad es que es una obra de ingeniería. El interior del camión está hueco y ahí se almacenan las colchonetas, pies de gato, paneles inferiores, etcétera.

Nuestro trabajo como voluntarios consistía en cada día ir a un asentamiento, montar el muro y realizar una o dos sesiones de escalada. Cada día de la semana teníamos planificado un sitio, por lo que teníamos grupos estables de chicos y chicas que estaban realmente motivados y disfrutaban con la escalada. Cada grupo era distinto. Había niños más pequeños con los que hacíamos juegos, y chavales de hasta 25 años con los que hacíamos sesiones más técnicas, entrenamientos… Cuando no teníamos sesiones, realizábamos otras tareas como equipamiento en el camión, o buscábamos zonas por la región donde se pudiera escalar en roca. Encontramos un par de ellas y nos llevamos a algunos grupos a hacer boulder, para que conocieran de verdad lo que era escalar en roca. Fue una gran experiencia. Trabajábamos de martes a sábado y los domingos y lunes los teníamos libres para irnos a escalar a otras zonas del país, o a la playa, o lo que fuera.

Por parte de climbAID éramos normalmente entre cuatro y seis personas trabajando, aparte ayudaban voluntarios de todas las partes del mundo y el coordinador local, Mohammad, que gestionaba todo el proyecto y nos hacía además de intérprete, ya que ninguno hablábamos árabe. Coincidíamos con la gente de Crossing Lines, una ONG similar a ClimbAID, con objetivos y funcionamiento similar, dedicada al slackline. Muchas veces nos poníamos de acuerdo para acudir los mismos días a los mismos lugares para así descongestionar las actividades y poder atender a más gente.

¿Hay muchas zonas de escalada?
La escalada en roca en el Líbano está aún poco desarrollada y las zonas más grandes, como Tannourine, están a dos horas o más de carretera, por eso no era posible ir con los chicos y chicas con los que trabajábamos en nuestras sesiones, y por eso buscamos algo de roca más cercana para hacer boulder.

Es necesario entender el contexto del país: Líbano tiene 6 millones de habitantes, de los que un millón y medio son refugiados provenientes de Siria y otro medio millón son refugiados palestinos

¿En qué campos trabaja ClimbAID? ¿Solo en Líbano?
Por el momento ClimbAID solo trabaja en el Líbano y en Suiza, donde se creó. En el Líbano, únicamente actúa en la región de la Beqaa. Es necesario entender el contexto del país: Líbano tiene 6 millones de habitantes, de los que un millón y medio son refugiados provenientes de Siria y otro medio millón son refugiados palestinos (estamos hablando de que una tercera parte de la población es refugiada). Toda la región de Oriente Próximo ha sido muy convulsa, geopolíticamente hablando, durante las últimas décadas y los flujos migratorios han provocado que haya un millón y medio de personas viviendo en campos y asentamientos. La región de Beqaa linda con Siria (la frontera se encuentra a unos 20 km) por lo que la mayoría de personas proviene de allí, aunque no necesariamente todas.

¿Qué sensación te produce llegar por primera vez a un campo de refugiados?
La primera vez que llegas es bastante chocante, la verdad. La ONG te prepara y te informa de lo que te vas a encontrar y de cómo actuar, pero el shock inicial no te lo quita nadie. Una vez te acostumbras, deja de chocar tanto y te centras en la labor que estas haciendo.

Los refugiados son personas que hace unos años vivían como tú y como yo: médicos, periodistas, químicos, profesores, estudiantes…, hasta que la guerra se lo arrebató todo

¿Quiénes son esos refugiados, de dónde vienen, cuánto tiempo llevan allí, cuál es su futuro?
Es muy importante que no identifiquemos la figura de un refugiado con el de una persona pobre o sin estudios, porque no es la realidad. Son personas que hace unos años vivían como tú y como yo: médicos, periodistas, químicos, profesores, estudiantes…, hasta que la guerra se lo arrebató todo y les empujó a abandonar sus hogares para ponerse a salvo. Muchos esperan a que se pacifique su país para poder volver, otros esperan e intentan ahorrar para pagarse un viaje a Europa y reunirse con familiares que ya están aquí, y otros tratan de rehacer su vida en El Líbano.

¿Cómo recuerdas el recibimiento?
La verdad que solo por cómo nos recibían en los asentamientos merecía la pena todo el trabajo. En algunos asentamientos era aparcar el camión y ya teníamos que estar bajando niños de las paredes para poder montar. Para muchos sólo era un entretenimiento, lo cuál está bien, pero para muchos otros veías que era algo más, que disfrutaban de verdad, que aprendían algo, que se lo tomaban en serio. En muchos asentamientos las familias nos invitaban a pasar a sus casas y nos invitaban a tomar el té, charlaban con nosotros, nos recibían siempre con los brazos abiertos. Pero realmente donde de verdad veíamos que conseguíamos algo era con los grupos de 12/13 años para arriba. Con los grupos de adolescentes trabajábamos mucho en la resolución de problemas, la labor en equipo, la igualdad de género, y era realmente gratificante ver cómo a través de un deporte como la escalada conseguíamos que los participantes reflexionaran profundamente sobre estas cosas.

¿Cómo es la vida en los campos?
Muchos adultos trabajan de lo que pueden para tener un sustento. Los niños y niñas van a clase diariamente en escuelas locales. Se intenta llevar una vida lo más normal dentro de la situación. Las ayudas gubernamentales han disminuido en los últimos años y una parte de la sociedad libanesa rechaza a todos esos refugiados y quiere que vuelvan a sus países. Los refugiados están confinados en esa región, no pueden abandonar la Beqaa (en todo el Líbano hay puestos militares de control en las carreteras). Durante los meses de verano y primavera la situación se hace un poco más llevadera, pero en otoño e invierno las condiciones se endurecen. En 2019 los meses de noviembre a marzo fueron muy duros. Hubo fuertes lluvias y nevadas y muchos asentamientos se inundaron y sufrieron mucho. Me da miedo pensar cómo va a golpear la pandemia a estos lugares.

ClimbAID  ha paralizado el proyecto hasta junio, por el momento, aunque quién sabe cuándo acabará esta situación

¿Tienes información de cómo están las cosas ahora?
Actualmente el Líbano está haciendo lo posible por contener la pandemia. Los aeropuertos, escuelas, restaurantes… están cerrados. Se ha paralizado el trabajo de todas las ONG excepto las de comida e higiene, para evitar en la medida de lo posible que el virus se pueda extender a los asentamientos, donde las consecuencias pueden ser catastróficas. ClimbAID  ha paralizado el proyecto hasta junio, por el momento, aunque quién sabe cuándo acabará esta situación. Si nosotros aquí lo estamos pasando mal, con los recursos y sistema sanitario que tenemos, imagina allí; en muchos sitios ni siquiera pueden lavarse las manos habitualmente.

Papeleo, dinero, una región geopolíticamente inestable… ¿Es difícil hacer trabajo de voluntariado en el Líbano?
En mi caso todo fue bastante fácil. ClimbAID te resuelve todo lo relacionado con el papeleo. Otra cosa es la cuestión económica: ser voluntario no son unas vacaciones pagadas. Nosotros nos hacíamos cargo de los viajes, el alojamiento (todos los voluntarios pagamos la casa que compartimos) y los gastos. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el Líbano es un país que, aunque ahora no esté en guerra, no es 100 por cien seguro. Hay algunas zonas del país que no es recomendable visitar. Y luego el conflicto con Israel; si tienes el sello de Israel en tu pasaporte, olvídate de entrar en el país, y si lo haces va a ser después de un largo interrogatorio en el aeropuerto. Siempre tienes que llevar tu pasaporte encima, y si vas en coche, recuerda, siempre, y cuando digo siempre es SIEMPRE, parar en todos los puestos de control militares que te encuentres en la carretera hasta que te den el visto bueno para seguir. Más allá de esto, el Líbano es un país realmente bonito para visitar si estás preparado para carreteras y tráfico muy locos. Desconozco todos los trámites burocráticos para las ONG; sí sé que el Gobierno del Líbano pone cada vez más trabas para dificultar su trabajo, así evita mayor afluencia de refugiados y consigue que muchas personas vuelvan a sus países o se vayan a otros.

¿Alguna anécdota?
Hubo una semana que Mohammad (el coordinador local), que era el que normalmente conducía el camión, no podía estar con nosotros, por lo que esa semana estábamos solos tres voluntarios: una chica canadiense, una chica australiana y yo. El problema es que el cambio de marchas en el camión era manual, que aquí es algo normal, pero no en Australia ni en Canadá, por lo que adivina a quién le tocó conducir durante una semana el camión-rocódromo por las carreteras y el tráfico locales… ¡Creo que no me había estresado tanto nunca!

Hay que rechazar el mito del salvador blanco creyéndonos que vamos a llegar a un lugar y que con un mes de nuestro trabajo vamos a conseguir algo. No es así

¿Cómo valoras ahora la experiencia?
Creo firmemente que el voluntariado, más que generar un cambio en la sociedad, genera un aprendizaje y una evolución personal en el propio individuo. Hay que rechazar el mito del salvador blanco creyéndonos que vamos a llegar a un lugar y que con un mes de nuestro trabajo vamos a conseguir algo. No es así. Cuando se te acabe ese mes de voluntario, tú vas a volver, vas a retomar tu vida en tu burbuja y fuera de ella las cosas van a seguir igual que antes de que tú fueras de voluntario y, como mucho, con ese mes de trabajo habrás conseguido poner una piedra más en un muro que se tarda mucho en construir. Gracias al trabajo de los voluntarios se consiguen cosas, sí, pero el objetivo es crear una comunidad que sea autosuficiente, y ahí sí que se pueden mejorar las cosas. Estos últimos años algunos de los primeros participantes de climbAID han empezado a trabajar como monitores para aquellos que empiezan, y ahí es cuando se consigue de verdad poner en funcionamiento la comunidad. Ahora, con perspectiva, me doy cuenta de que de aquella experiencia yo recibí mucho más de lo que aporté, aunque soy feliz sabiendo que, aunque sea mínimamente, formé parte de algo que utilizaba la escalada, aquello que amamos todos, para hacer las cosas un poco mejores.

1 COMENTARIO

  1. Fantástica experiencia Lucas, estoy segura de que eres tan «grande» gracias a lo que has aprendido en todos esos intercambios desde bien jovencito. No cambies Lucas sigue creciendo.

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